era tarde, el aceite goteaba por fuera de la jarra vertida,de lado, en una estática siniestra,impasible y silenciosa,el leve goteo goteo del aceite era un acontecimiento destacable.
no encontrarías mas indicios de reyerta que la jarra vertida,, y las virutas esparcidas por el suelo de lo que antes fue un vaso.
ahora mis botas se abrían paso en esa escena fotográfica,
cada paso dejaba un agradable sonido parecido al masticar una tostada,al pasar pensé que el ultimo reflejo de cada pequeño cristal que pisaba había sido el de mi bota aplastándolo.
sentí el silencio, ese silencio que respira y tiene vida propia,
hoy no era agradable, era asfixiante, lo sentía como un aliento tras la nuca.era un silencio guardián, un silencio que sabía que esta escena no me pertenecía, que yo no era el dueño de esta fotografía; pero que soy yo! mas que un vulgar ladrón de escenas, de fotografías, de sentimientos que no eran para mí, y sin embargo, calientan igual...
así que me enfrenté al silencio con mi propio silencio, lleno de crujidos de cristal, y pasé al otro extremo de la habitación. cuidaba de no tocar nada, estudiaba cada movimiento, mis manos, embutidas en cuero sintético blanco se cerraron sobre el pomo de la puerta, con la mayor delicadeza que me fue posible, y una destreza que sugiere miedo la abrí.
Sabía que me iba a encontrar, lo intuía al menos, es cierto que no podía saber la posición exacta de los cuerpos ni de las manchas de sangre, ni las muecas congeladas en sus rostros, de espanto... terror... quizás sorpresa... pero podía hacerme a la idea,todo el mundo puede hacerse a la idea de algo cuando lo ha visto tantas veces como yo lo he visto,. aun así, cada vez que abro esa última puerta no pedo detener un sentimiento de esperanza que me hace temblar.
cada vez que abro la puerta no puedo evitar pensar que esta vez será mejor, o por lo menos, más soportable...
en silencio, calculo, ordeno mis ideas, actúo y limpio,
dejo la escena intacta, cuando lleguen no será nada especial, un asesinato más,un caso de homicidio, nada más que eso, nada especial. Para cuando lleguen estaré abriendo otra puerta, estarán desmoronándose mis esperanzas otra vez, para cuando lleguen no quedará nada especial. salvo quizás, ese silencio reparándoles en la nuca. |