MI PADRE NUNCA FUE MI MEJOR AMIGO
Amé a mi padre desde que tuve conciencia de ello, de que era padre. Lo amé hasta hace unos años cuando, por ley de vida tomó, casi sin pensarlo, el camino de la ausencia, y se fue andando despacito, con su pensamiento claro y la bendición en sus labios. Hoy lo sigo amando en la distancia, en la penumbra de la vida, cuando no oigo su voz, pero lo sigo escuchando; cuando no tengo su piel, pero sigo sintiendo su presencia.
Y él, con sus regaños, con sus consejos, con su sabiduría de padre nunca, ¡Pero nunca!, fue mi mejor amigo. Ni siquiera mi amigo. Fue, sencillamente mi padre. Ese mismo padre que quiero ser para mis hijos, y que mis hijos sean con sus hijos. Amigos los encuentran en todos lados.
¡Pepe, viejo!!Qué mucho te echo en falta!
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