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V I A J E A C O N O C E R E L M A R



Luego que el Lcdo Luis Alfredo Iñiguez, profesor de Geografía Económica, nos había hablado de las muchas y inexploradas riqueza que tiene el Ecuador, lo que más nos impactó y motivó curiosidad fueron las bondades de nuestro mar y las características psicológicas de los hombres, y sobre todo, de las mujeres que habitan las playas de nuestra patria.. Sin embargo que había terminado la hora de clase , todos nos habíamos quedado pensativos, callados, abstraídos.. Hasta que el Gato Guaricela sentencio “ Y ahora… nos toca conocer el mar”.


Lo dicho por Guaricela fue suficiente, toda nuestra actividad se inclinó a organizar el viaje. Venta de boletos para imaginarias rifas que nunca se llegaron a realizar, visitas a las Autoridades de la ciudad para pedirles ayuda económica para financiar nuestra “Gira Didáctica y Cultural” Así la denominamos para darle más lustre, más brillo y seriedad, que nos permita mejores réditos a nuestra gestión. Alguien planteó le hagamos una visita al Señor Obispo con el fin de negociar la posibilidad de que a nuestra gira le podemos añadir la misión de invitar a todas las poblaciones a ser visitadas, a la romería de traslado desde El Cisne hasta Loja, de nuestra Virgencita del Cisne, el 20 de Agosto. Así lo hicimos, y efectivamente alcanzamos un significativo beneficio y hasta logramos que se nos done mil estampas de la querida imagen, las mismas que fueron comerciadas satisfactoriamente.

Mi mamá me compró ropa interior nueva. Envió los zapatos al maestro Escobar con el fin de que los repare, sobre todo el piso. A toda hora me hacia repetir la dirección en donde vivíamos, tenia temor de que me pueda perder y no sepa informar donde vivo. Me recordaba con inusitada frecuencia que el mar es peligroso, que como en la selva existen animales feroces, que increíblemente se presentan enormes olas que se llevan todo lo que encuentran a su paso, que no debo tomar de su agua porque es salada y me puede indigestar. También me dijo que no debo exponerme por mucho tiempo al sol. Con voz grave y un tanto misteriosa me recomendó que a la hora de cambiarme de ropa para bañarme o dormir, debiera hacerlo de manera reservada y lejos de mis compañeros. Me pidió no comer frutas, sino cuando las haya adecuadamente lavado. También me encargó que por ningún motivo me olvide de rezar al momento de disponerme a dormir.

El veinte de julio y bordo de un bus de la Cooperativa de Transporte Loja, zarpamos con destino a Puerto Bolívar, éramos treinta y cinco intrépidos navegantes en un manso y sereno charco de ilusiones, los que salíamos de la ciudad de Loja, no sólo a conocer el mar, sino como ya nos habíamos informado, queríamos saber del mundo de los hombres del mar, con sus enormes barcos, sus placeres, aventuras , lo de una mujer en cada puerto, de sus diversiones en tierra, sus noches de bohemia, sus licores de nombres difíciles y nunca escuchados por nosotros. Es decir, queríamos saber de ese enigmático, misterioso y voluptuoso mundo del hombre marinero. No habíamos traspasado ni siquiera las dos primeras horas de viaje y empezaron los mareados que palidecían en el costado de la vía, victimas de vómitos y agites que los sumieron en verdaderos desmayos. El Indio Pinta un tanto repuesto, pero todavía pálido y macilento, me preguntó.

¿Oye, qué si serán buenas las hembras de la Costa?


El chofer del bus nos puso al tanto de nuevas encantos y peligros que tiene la Costa. Nos recomendó sacarnos las chompas tan pronto que lleguemos, y nos habló, nuevamente, de mujeres, bares, música, cerveza. Pero nos advirtió tener cuidado de ladrones, chulos y matones-- Pilas pelados, el secreto es ni muy vivos, ni muy giles – nos aconsejó



En Santa Rosa, comenzamos a sentir las primeras consecuencias del sofocante calor, que sumado a las secuelas del mareo nos pusieron en un desastroso estado de verdaderos náufragos. Estando en ese momento de entumecimiento, de sopor y cansancio, fue que Payaso Triste , gritó.

_ ¡Muchachos…muchachos, miren esa hembròn!

Como por hechizo, y al unísono todos saltamos a las ventanas del bus. En verdad era un ángel, una muñeca. Sus formas divinas; que cintura, que piernas, que senos, que ojos, que caderas. Modelaba un pantalón muy ceñido al cuerpo, una blusa pequeñita que escasamente cubrían sus senos. Su andar de diosa, cimbreante, distinguida, insinuante. Bella, de rara belleza. tímida e inexplorada . No sabíamos que imaginar, que hacer. Hasta que el culto Juanito Aguirre, se atrevió a decirle

-Hola, doncella-

Esta, se sorprendió, nos miro a todos, sacudió en forma provocativa sus dorados rizos, humedeció suave y acariciadoramente sus labios, interrumpió su caminar y nos dijo

-¡ Que más…papazotes ! – Su voz era seca, ronca, hombruna, viril con un dejo almibarado y pegajoso.

Nos quedamos trémulos, obstruidos, avergonzados e incrédulos de lo que acababa de suceder

-¡J a… ja …jajajà ! – Rieron atronadoramente el chofer y su ayudante

- Les salió hembra con premio..!Ja…Ja…Jajà ! – volvió mofarse el chofer


Regresamos a nuestros respectivos asientos. Fue nuestra primera derrota, el primer tropiezo. Los cazadores salieron cazados. Comentó alguno.

Eran las seis de la tarde cuando hicimos el arribo a Puerto Bolívar, Trapito López fue el primero en divisar el mar. Nervioso sobreexcitado, frenético, absorto. Gritò como buen quiteño

- ¡ Elè…elè el marrrr! -


En honor a la verdad diremos. Si, para que lo vamos anegar, si nos impresionó-

- ¡Qué bestia, tanta agua! - Dijo Marco Peralta

Tanta que se pierde por las hueca das - replicó el Chazo Muñoz

Bajamos del bus entumecido, cansados, sudorosos. miedosos. El Calor y la humedad nos incomodaban. Averiguando dimos con un hotelucho, digno de nuestra exigua economía.

Fueron las ocho de la noche y estando parados, aburridos y temerosos de alejarnos de la puerta del hotel. Cuando de súbito y abriéndose paso a empujones, llego hasta mí un desconocido, el que a la voz de -¡Serrano cojudo…dame la plata o te mueres ! – me arrastró hasta a un paredón, solitario y tenebroso, situado a pocos pasos del resto del grupo. Solamente avancé al exclamar la consigna lojana, propia en éstos casos

-¡Mamita, mamita virgen del Cisne… ayúdame!-

- ¡ ¡ Jaaaa … jaa … jà !! Serrano maricòn, casi te mueres –

Era el Mono Dâvila, ex compañero de tercer y cuarto cursos e hijo de un militar que estuvo asignado a un cuartel de Loja .

Así, se inició la Gira Cultural y Didáctica. El mono Dávila nos miraba incrédulo que éramos nosotros, nos llamaba por el apodo, nos preguntaba una y otras vez de que cómo hemos pasado. Preguntaba de las hembritas, qué como esta la Lucia , qué fin tubo la Alicia. Sigue rica la Susana. Tú ñaña todavía me recuerda le preguntó al Suco Sìgel.

La presencia del Mono Dávila nos cambió radicalmente la vida. Todo era risas, alegría, chistes. Nos llevó un “hueco” a comer. Saboreamos carne asada, con arroz y menestra, más las infaltables cervezas-

No sé de dónde surgió la idea. Pronto nos dirigimos presurosos a “La Casa de las Muñecas” así nos dijo el mono Dávila que se llamaba esa sucursal del cielo. La música, las luces, los licores, las…muñecas ¡No! no eran de aquí, de éste planeta. Hasta ahora creo que la suerte nos puso, por horas, en otro astro. Todo era divino, el humo de cigarrillo nos envolvía
como una aromática nube que nos impedía ver con perfección todo ese ambiente, yo creo, paradisíaco. Bailamos con ninfas de rarísima ropas; de aromas extraños; de sobrenaturales y cimbreantes cuerpos. Eran seres divinamente perfectos, no teníamos que rogarles, ni siquiera insinuarles para que nos dieran un beso. Bailamos ritmos etéreos, sutiles. Nuestros cuerpos, literalmente pegados al de ellas. Sentíamos que sus pechos se deformaban al encontrarse con los nuestros. Sus piernas se ligaban, se entrelazaban a las nuestras. Su aliento nos embriagaba, nos alucinaban. Era toda una hermosa pesadilla de donde no queríamos regresar ¡nunca! pero…nunca.!! Y eso no fue todo, los dioses mitológicos estuvieron esa noche , todos absolutamente todos apoyándonos y, principalmente protegiéndonos. Sólo recuerdo que me tomó de las manos y me condujo por unos aromáticos y rosados corredores, luego al edén . En ésta parte la narración se reduce del plural, al singular, a lo personal, a mi propia intimidad. Qué les puedo decir, qué les puedo contar. Que era una cama rosada de aroma a flores, nos cubría un enorme velo de terciopelo dorado, la luz tenue me llevó a un estado de dulce letargo Yo desnudo, ella hermosa, rebosante de ternura. Entonces con codicia, con desenfreno me dispuse a amarla... a hacerla mía y serle suyo. No, no puedo contarles más… es que esa noche ella, también, me enseñó a ser un caballero.

Si no han ido al mar, les recomiendo conocerlo.

¡El mar… es un sueño, el mar es hermoso…!



Loja, mayo 2008

Texto agregado el 01-01-2010, y leído por 256 visitantes. (0 votos)


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