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Cuando María enfiló con la vajilla sucia por el pasillo, la angustia se aplomó en su pecho. Llena de nervios apresuró el tranco hasta dar con el interruptor de la luz. Del fondo de la antigua casona las voces de sus familiares se confundieron con los ladridos furibundos del perro. Otra vez el corazón le envestía el esternón mientras los escalofríos le subían por la espalda como culebras zigzagueantes. Por eso siempre que podía se hacía acompañar por su pequeño niño, segura de que él era un ángel capaz de espantar esa presencia maligna que habitaba entre el oscuro pasillo y la cocina; sin embargo esta vez el bebé dormía. En reiteradas ocasiones y cuando le cambiaba los pañales sobre la cama de la habitación, creyó ver una sombra atravesar grotescamente el umbral del cuarto desde la puerta hasta la cocina. Muchas veces se sorprendió dando gritos de pavor y miedo, mientras suplicaba la misericordia de Dios y de la Virgen.
Aquella tarde-noche al entrar en la cocina, la joven madre dejó caer con estruendo los platos sobre el receptáculo del lavado; su marido se había negado a acompañarla invocando un estado febril. Con premura encendió una vela flanqueada por la estampa del Sagrado Corazón puesto por ella misma sobre la parte alta del refrigerador como un pequeño altar. Todas las luces estaban encendidas cuando dio inicio al ritual del lavado. Lava losas, estropajo y el calefont prendido, precedieron al estallido de la llave del agua. Otra vez sus manos tiritando, su vientre convulsionado, su piel erizada. De nuevo la respiración agitada, los ojos vidriosos y el mudo susurro de un rosario lanzado con clemencia. Como un eterno vacío espacial, de nuevo esa carga pesada llenando el espacio maligno, esa presencia oscura que cada noche le clavaba feroces saetas en la nuca y que insistía en posarse impune tras su curvada espalda. Otra vez el frío repletando la habitación; la piel erecta y el vaho incontenible saliendo de su boca a pequeños estallidos.
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Texto agregado el 17-06-2004, y leído por 736
visitantes. (7 votos)
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Lectores Opinan |
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21-06-2004 |
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El pánico se siente, se vive, se identifica y dan ganas de gritarrrrrrrrrrrrrr. Has logrado plasmat muy bien el miedo del personaje y transmitirlo al lector, el entorno descrito ayuda al efecto y queda uno en suspenso, queriendo de verás arrancar. Maldito Cao, que asustai con este texto y te dejo estrellas pa'iluminar esa cocina y los pasillos del terror. Excelente trabajo, mi niño. FaTaMoRgAnA |
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18-06-2004 |
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Muy bien conseguido. Eres un maestro de los "efectos especiales", se siente el miedo por todos los poros de la historia, lo único q me pasó de nuevo lo mismo, me quedé con ganas de saber más!, qué pasará ahora con la pobre mujer? su chiquitín la protegerá?, quién es esa sombra oscura?, en fin, no sé, quizá sea q yo soy una curiosa y me gustan demasiado las historias de terror!, mis saludos y estrellas Vihima |
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18-06-2004 |
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Creas un ambiente increible sin apenas elementos de miedo... eres capaz de hacerlo simplemente con sensaciones y dejando el resto a nuestra imaginación, y eso tiene mucho mérito. Conseguiste sobresaltarme. Excelente. Un beso. anapolar |
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17-06-2004 |
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Genial¡ reconozco que el último párrafo me deja inquieta, convirtiendo el terror en algo físico. Se pueden ver los escalofrios y realmente trae a la mente esas casonas de piedra de las que tantas historias se cuentan. " la piel erecta y el vaho incontenible saliendo de su boca a pequeños estallidos" esa es la mejor imagen, la que me deja entrever que hay algo físico y real en esa irrealidad. Mis estrellas burbuja |
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17-06-2004 |
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yo creo que todos tenemos un pasillo, una ventana o una escala que alguna vez nos provocó pavor de niños y recuerdos de adultos, terrible es cuando en vez de recuerdos nos mata el susto. anemona |
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