Cuando era niño no me preocupaba de nada. El momento era lo más importante. No podía pensar en otras cosas, no hablaba de dinero, ni de partidos políticos, ni de futbol, ni de los problemas de la vecina o la comadre de mi mamá. Sólo podía hablar, pensar y razonar como niño. Lo único que me preocupaba era como no dejar de ser feliz. Llegué a creer que si me ponía triste, podía apretar un botón y todo se remediaría.

Sin embargo, tuve la desfachatez de crecer y olvidarme del niño que solía ser. Preferí enterrar las cosas que me daba la vida. Dejé de sorprenderme de todo y de nada. Me alejé del corazón y preferí la mente. Pensé que si llegaba a ser una persona más intelectual, todos estarían orgullosos de mí. Sería un mejor individuo. Pero nunca me preocupé por ser mejor persona.

Al crecer y hacerme mayor. Olvidé las sonrisas y las lágrimas. Guardé en un viejo cajón, un puñado de fe, una pizca de esperanza y una bolsa de amor. Estaba seguro que no volvería a necesitarlo. Ya que la fe sólo podría estar a mi lado si era más que los demás. La esperanza sonreiría cuando tuviera todo el poder o todo el dinero. Y el amor, si ella estuviera a mi lado.

Ahora, con el paso del tiempo, y con el recuento de los años. Con la soledad a cuestas… entiendo que puedo tener el mejor empleo del mundo. O tal vez el mejor auto. O quizá la mejor casa. La mejor familia. El mejor perro. La mejor pareja. Los mejores amigos. El mejor par de zapatos. La mejor rola. Escribir el mejor poema. Pero a qué equivale todo esto si me falta el amor. Si no tengo amor, qué puedo tener.

Poco importa si tengo cualidades. Si poseo un par de virtudes o un par de dones. Esto no significa nada cuando vives rodeado de silencio y en soledad. Porque la oscuridad desaparece cuando se interna el amor. Entiendo que sin amor no soy nadie.

Ahora comprendo que de nada sirve repartir mis posesiones. De nada sirve si regalo todo lo que tengo. De nada sirve si puedo tener un par de reconocimientos, porque lo más importante es valorar lo que tengo. Lo que realmente vale la pena, es el amor que poseo o de lo contrario, nada de lo que haga puede servir.

Tal vez te preguntes, igual que yo, pero qué demonios es el amor. El amor es estar aquí y ahora. Es ser paciente y tener comprensión. El amor no estar celoso de tu pareja. El amor no permite que alguien se sienta más que los demás. El amor no permite que te rebajes o te dejes pisotear. El amor no busca ni acepta el interés particular- el amor no comparte la ira. El amor olvida lo malo. El amor acepta a los demás y no pone condiciones.

Al amor le encanta caminar del lado de la justicia y se regocija con la verdad. El amor no conoce el tiempo. Perdura a pesar de todo, cree en todo, lo espera todo y también lo soporta todo.

El amor nunca pasa. Simplemente es.

Ojalá pueda ver un día la luz. Conocer el amor, aprender a amar. Comenzar conmigo y luego poderlo repartir.