La sala estaba repleta. Esa noche el Mago Aromo presentaba un número excepcional. Una ola de perfume le precedió en el escenario. Llegó ataviado con una amplia túnica de tules y gasas salpicada de estrellas plateadas.
Las cintas y guirlandas que adornaban el bonete cónico ondulaban impulsadas por los movimientos de su cabeza.
-¡Señoras y señores, veo con placer que una numerosa concurrencia ha venido para asistir al nuevo y excepcional número que ofreceré como primicia absoluta, en esta ciudad.
Una larga pausa…
El mago conocía bien su oficio. Sabía que un silencio oportuno alimenta las espectativas del auditorio. No debía apresurarse. Prosiguió:
- Hay en mi botica toda clase de fragancias, pero esta noche prepararé, a pedido de los presentes, "el perfume perdido", al módico precio de quince euros cada frasco.
Los altoparlantes comenzaron a emitir una melodía que prestaba un sugestivo fondo musical a las palabras del mago y acompañaba sus ampulosos gestos. Otra pausa.
Los lentos movimientos daban vida a las gasas y a los tules del atavío. El mago esperaba que sus palabras se abrieran paso en la mente del público.
Sabía que se estarían preguntando: ¿El perfume perdido? ¿Qué significa? ¿Cuál es?
Retomó su discurso, subrayando las palabras:
-Una ocasión como ésta no debe desaprovecharse, pero muy a pesar mío, dado lo delicado de la tarea, podré satisfacer sólo a pocas personas.
Giró sobre sí mismo para señalar la estantería a sus espaldas.
- He aquí los frascos que contendrán las esencias que obtendrán sólo cinco privilegiados de este selecto público. ¿Cuál es el perfume perdido que desean embotellar?
El público no comprendía de qué se trataba y durante unos instantes la pregunta del mago no encontró eco. Poco después, una anciana sentada en una de las primeras filas alzó el brazo con un gesto tímido. El mago la vió y dijo:
-En la tercera fila veo una mano levantada, la señora ha comprendido que se encuentra ante una ocasión única... acérquenle un micrófono, por favor...¿De qué perfume se trata señora?- preguntó con amabilidad.
La anciana carraspeó, y cuando habló, lo hizo en forma titubeante y con un dejo infantil en la voz:
-Quisiera volver a sentir ese perfume a almendras y vainilla que tenía en mi época la goma de pegar de los libros nuevos del colegio. Ahora las colas de los libros huelen a acetona.
El mago frunció el ceño :
- No será tarea fácil, pero voy a intentarlo- declaró.
Adoptó una expresión concentrada y destapando uno de los frasquitos, frotó varias veces la yema de su índice sobre el cuello de la botella .
Mientras pronunciaba frases ininteligibles extendía de cuando en cuando la mano hacia la mujer como queriendo atraer la fragancia desde su recuerdo hacia el frasco. Luego cerró con cuidado la botellita y la volvió a colocar en el estante, envuelta en un paño rosado.
-Debe fermentar- explicó dirigiéndose al público.
Otras personas levantaban la mano. Un señor de cierta edad pidió aspirar el olor de la tierra de un país muy querido y muy lejano.
-Hace cincuenta años que estoy ausente de mi patria y añoro el olor de los campos mojados por el rocío...
El mago repitió idéntico ritual y ejecutó los mismos movimientos.
Le llegó el turno a un anciano que quería encerrar en el frasco, el olor a la flor exótica que llevaba prendida en sus cabellos su primer amor...
Luego una mujer pidió la fragancia de las rosquitas recién salidas del horno de su abuela...otra quería sentir el olor a tabaco y madera que impregnaba la ropa de trabajo de su padre.
El Mago Aromo cumplió con todos los pedidos hasta llenar el último frasco.
El espectáculo continuó con otros números de prestidigitación, baile y acrobacia y antes del final, el ilusionista de pacotilla volvió a presentarse. Invitó a subir al escenario a las personas que habían encargado los perfumes y al entregar los frasquitos les advertió que debían mantenerlos cerrados durante un mes, que era el tiempo necesario para que se completara el largo proceso de fermentación. Podían abrirlos sólo entonces, pero muy rápido, teniendo cuidado de cerrarlos de inmediato para evitar la evaporación de la rara esencia.
- Son perfumes muy delicados- explicó- estan confeccionados con el recuerdo, que es una materia prima preciosa y muy volátil.
Las cinco personas pagaron de buen grado el precio de los perfumes y aunque sabían que habían sido víctimas de su ingenuidad, volvieron a sus casas contentas y sonrientes, con el frasquito de vidrio bien apretado entre las manos.
© de mi libro Un ramo de Prosas 2003 |