Cuando la noche se uncía de luto,
silenciosos dos pies caminaban
tan lejanos, tan claros, tan mudos...
en su paso llevaban el alba.
Esos pies tan sencillos y pálidos
a una niña dirigen al cielo,
pero Oh!, de repente un escuálido
ser de ultratumba y de infierno
la persigue incansable y demente,
sigiloso y con negras ideas
de tener a la niña esplendente
y morir en sus ojos de estrella.
Ese ser de ultratumba y de infierno,
proveniente del negro inframundo,
a la niña había visto sonriendo
caminando a la luz de este mundo.
Era hermosa, era pura, era santa,
y el monstruoso animal lo sabía
mas su hambre de sexo era tanta
y entre hilos de azufre ascendía
y llegando a este mundo terreno
su mirada infernal puso alerta,
escondida en el viento sereno
distinguiose una larga silueta.
Era un hombre Adonís y buen mozo,
corpulento y de agrado del monstruo,
introdujo su esencia el demonio
en su cuerpo y con gritos de gozo
dirigiose el demonio a la niña
como hombre y ya no como monstruo,
y palabras de amor le decía,
le ofrecía regalos costosos.
Una unica meta tenía:
poseer sus encantos de virgen,
su belleza jamás conocida
ni por todos los ojos posibles.
Conseguido su negro propósito
de la niña quedó enamorado;
es un caso en verdad tan insólito
pero tal como fue lo traslado:
Transcurría la noche callada
y la hermosa muchacha dormia,
el demonio de pie ante su cama
con violencia sus piernas abría.
Y con una actitud despiadada
introdujo su arma maldita
en el cuerpo de la que deseaba,
desangrando su parte bendita.
Terminada su acción tan infame
al infierno volvio arrepentido;
que lo juzguen aquellos que amen
de la misma manera que él quiso.
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