Entre murmullos y piedras
Me despierto y es el agua que se escabulle por entre las piedras, tantas veces he escuchado y he querido entender lo que me querÃÂa decir, tantas ocasiones querÃÂa ir con su corriente a veces precipitada a veces tranquila; simpre en movimiento, siempre en armonÃÂa. Siento mis piernas y un frio tenaz y lastimoso, siento mi cabeza apoyada entre dos piedras y confieso que he dormido no se cuanto tiempo aquàen este hueco que ya es mio. Debo buscar mi hortiga, ella me ha salvado de los peores dolores, debo tener en mi bolsillo, creo que me duelen mis piernas, ayau, verdad que me duelen.
En el barrio le conocian como el vagabundo, habÃÂa andado los ultimos meses tarde y mañana por los mismos sitios, los mismos rincones, las tiendas, durmiendo a veces en el puente otras veces en la calle, algunas veces acompañado de algún par de amigos y otras solo, con la mirada un tanto perdida y siempre llevando algo entre manos. La dueña de la cantina ya sabÃÂa sus dosis pero nunca querÃÂa darle en fÃÂo, tenÃÂa que ser con plata o con algo a cambio. Si tenÃÂa algo para cambiar por una botella de puro, era bueno y contento, de lo contrario era una moneda ganada de pedir al agún transeunte que de pena le daba y que alcanzaba para una copa o mas bien un medio vaso de esos de cola suficiente para calmar su extremo y avanzado grado de alcoholismo que le habÃÂa llevado al estado en que andaba.
Parece que me duele la cabeza y siento un peso que nunca habÃÂa sentido antes, mientras empiezo a frotar la hortiga en mis piernas y el dolor juntado con el frio siento un temblor de las manos, de las muelas y un peso en mi cuerpo que no resisto, me pesa el cuerpo sobre la espalda, caigo en mi colcha que deja sentir la arena junto a este rÃÂo y sus aguas que impacientes no dejan de correr; mas entre dolor y frio creo que es buen tiempo para dar un paseo por los lugares por donde he caminado en esta vida y voy a mi casa y veo a mi mamita saliedo con sus borregos y la casa que humea y huelen los chumales, mientras a lo largo de esta ladera, mil y una cosas pasando al mismo tiempo, sonidos y movimientos. Jesus MarÃÂa y José, que será lo me está dando creo que voy a irme de aquÃÂ... tantas veces ya le habÃÂa dicho a él...llevame no quiero sufrir mas.
Su niñez la pasó bastante bién. Y no hay sino las cosas mas buenas aunque sacrificadas para un niño que tenÃÂa que hacer lo que todos han hecho por estas tierras, es decir, arar, sembrar, buscar leña, traer agua, atizar la candela y ayudar a cocinar el mote para el diario. Aunque los fines de semana y las fiesta pronto aprendió a salir y a ver lo que los otros no sabÃÂa ni habÃÂan visto. Fué de ayudante de papá y aprendió a tocar con el, al principio el guiro luego la guitarra despues el canto, otras el bombo, pero no la concertina, esa no. Esa estaba reservada para el padre, solo la tocaban los que habÃÂan alcanzado un grado de madurez y respeto, aunque en la casa él querÃÂa aprender le dió mas bién por la guitarra, además era mas bonita y la que mejores frutos le habÃÂa dado. Ellos tocaban en las fiestas en los bautizos, en la acabes de casa, en los pases del niño, en San Andres, en la octava de corpus, en la escaramuza, en los carnavales.
Jesús José y MarÃÂa, os doy el corazón y el alma mÃÂa. Jesús Jose y MarÃÂa asistidme en mi última agonÃÂa. Jesús...Jay carajo queriendome morir..yo...no voy a hacer eso. Primero, he de irme al oriente, me voy caminando por Gualaceo, me he de ir recto y he llegar a visitar a mi hijo tengo que irme por San Pedro, por Guzho chico, Guzho grande, por Uzhcurrumi, por las carabinerÃÂas por todo lado y no voy a morime aquàcomo tonto y como que ya y punto...no no no. Y el agua fria que baja... y baja.. creo que ahora voy a comprender lo que me van diciendo. � �Querido hijo yo te he visto desde siempre, te he acompañado por mucho tiempo, te estaba mirando desde el pozo desde la vertiente, desde la gran corriente y te mojé en la lluvia y te quise decir siempre las cosas, aunque tu estuviste atento para escuchar mis sonidos, no podÃÂas comprender lo que te estaba diciendo. Yo solamente querÃÂa acompañarte y hacer que tu paso por este mundo no sea feo. Te agradezco que hayas escogido este sitio para repasar tu vida, que hayas estado hoy aquàpara comprender lo que querÃÂa decirte. Nada mas que debes de seguir lo que nosotros como aguas hacemos, nos movemos y nos vamos, nunca nos detenemos, nuestros destino es ir e ir...�
Esa noche la temperatura habÃÂa bajado mas de lo normal, claro era 27 de diciembre y en estas fechas se dice que el invierno llega. Pues asàera... mientras se fregaba con la hortiga las piernas empezó por cubrirse con un nuevo pantalón. Se puso el nuevo y sentÃÂa que las fuerzas se le iban. Algo tremendo estaba pasando, que no podÃÂa sentir ya casi las manos temblorosas del chuchaqui y del frio que le desfallecÃÂa y mientras eso ocurrÃÂa en sus cabeza mil y una historias empezaban a asomarse, unas de recuerdo y otras de futuro. Pudo ver en su desfallecer llanuras de campo y sol con gentes que caminban contentos y otros que pasaban y le invitaban a caminar con ellas, eran doncellas que iban riendnose en forma enamoradiza y el no podÃÂa creer, pues mientras al otro lado esta él de tocador de guitarra y las guambras que bailaban a son de su música iban de ves en vez mirandole y diciendole cosas que no podÃÂa entender.
Su vida de niño transcurrió, no pudo ir a la escuela, la mayorÃÂa no iba a la escuela solo crecÃÂan y ya tenÃÂan que ir al trabajo a ayudar a su padres. El no querÃÂa ser como los otros querÃÂa aprender y buscó alguién que lo enseñara a escribir y aprender. Aprendió a firmar por si solo. Don Manuelito le enseñó las primeras letras, le dijo que asàdebÃÂa de firmar y estas eran las letras: la a la e la i la o y la u. Después si querÃÂa escribir algo tenÃÂa que aprender otras letrasy habÃÂa que ir juntando entre ellas y asàsalÃÂan las palabras, mas claro tenÃÂa que coger un libro y ahàestaban las letras, tenÃÂa que seguir de letra en letra y luego ver como sonaban juntando la una con la otra. Ya sabÃÂa leer. Todo era para leer, los letreros, los periódicos que estaban votados, los numeros de los billetes, contando los dedos y viendo cuales eran los numeros que les tocaban a cada uno y asÃÂ. Se sumaba se quitaba y se aumentaba las cantidades. Luego con la plata ya se sabe como se aprende. Para que no le estafen los vivarachos. Se le hace trabajar a la mente.
En su casa tenÃÂa libros, unos eran para aprender de las plantas, otras para aprdender a cerca de Jesucristo. A él le gustaban las plantas, sabÃÂa para que servÃÂan cada una, para el dolor de la barriga para el dolor de muela, para el agotamiento, para el mal aire, para los dolores de las piernas. Todas. TenÃÂa la biblia y siempre leia en voz alta, como haciendo alarde de lo que habÃÂa aprendido sin ir a la escuela. Incluso era para llamarles la atención a sus hijos para decirles yo aprendàsin ir a escuela y puedo sumar restar, multiplicar y ustedes con esos aparatos no pueden nada. TenÃÂa unos grandes libros con la suscripción al Circulo de lectores que le daban un libro cada mes. Motivo de discordia en la casa donde su mujer le exigÃÂa la plata para el mercado cuando él aparecÃÂa con una enciclopedia en brazos.
Como dormido y despierto entre sueño y vigilia se despertaba nuevamente con el dolor y el frÃÂo entre las piedras y el sonido del rÃÂo...
Jesus José MarÃÂa os doy el corazón y el alma mia...padre nuestro que estás en el cielo santificado sea tu nombre, venga tu reino hagase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos el pan de cada dÃÂa...para mis hijos que ya son grandes que no me necesitan te pido ayudales en su vida para nunca les falte trabajo y no tengan esta vida que yo he tenido. Para que no tomen ese maldito trago que me ha traido hasta este rincón de soledad y de frÃÂo. Sagrada MarÃÂa vuestro esclavo soy, en vos confÃÂo madre mÃÂa..
Mas entre rezos y frio a veces como dormido y otras temblorosas seguÃÂa recorriendo esa vida que al parecer no habÃÂa sido tan mala. Trabajó de muy jóven en el taller de Don Manuelito Culcay que le enseñó a leer y el arte de la mecánica. Una mecánica que era tambÃÂen muy novedosa porque se dedicaron a la carabinerÃÂa que era bueno en el mercado; tenÃÂa que hacer 24 carabinas cada semana, en un taller donde tenÃÂan que hacer desde las piezas, pulir los cañones, armar la máquina y ponerle una culata de madera trabajada en el mismo taller. Cuando el mercado creció, unos eran maquinistas otros se especializaban en las piezas, otros hacian las culatas y él las armaba y probaba que dispararan y sonaran. Mas cuando todos iban a descansar él seguÃÂa haciendo pero esta véz en el diseño de nuevos modelos, los dibujaban creaba las piezas, sacaba los moldes y tenÃÂa varios que iban a ser los nuevos modelos que saldrÃÂan al mercado. Ya era el maestro.
Cuando venÃÂa a casa, a veces un poco chumado cantaba con su guitarra y los hijos bailaban, ya no andaba tocando en las fiestas, después de la muerte de su padre lo único que le quedó era la guitarra y los tragos que habÃÂa aprendido a tomar en las largas fiestas en las que no volvÃÂa si no a los tres o cuatro dÃÂas.
Entre recuerdos, dolores y frio, la presencia de un dios que a veces era un hombre grande vestido de tunicas y la otra como el agua que corrÃÂa y corrÃÂa con ese sonido tan puro y suave. Y él entre rezos y alabanzas, entre súplicas y clamores no sabÃÂa si estaba ahào seguÃÂa repasando su vida que en los ultimos tiempos eran demasiado duros por andar entre tragos y nochas de frÃÂo o entre soledades y silencios que eran al mismo tiempo tan buenos, huyendo del ruido y los bullicios de la falsedad. O la amargura de un corazón resentido que no podÃÂa perdonar la traición o entre el sufirmiento de enfrentarse a sus hijos para dar un espectáculo de lástima, seguÃÂa repasando entre rezos todo lo que habÃÂa vivido.
Sagrada marÃÂa, oh mujercita, mujercita. Padre mio y señor mio, hijos mios...Taita Pedrito buenos dÃÂas...Mama Transito...ya me voy...pobre soy pobre..pero bién... achachay. Ayau. Ayau..ñami shamushca taita Antonio Compadre Alberto. Rosita Elvira. Mama Rosita Damián.
TodavÃÂa escuchando el murmullo de esas aguas que le habÃÂan ayudado a recordar fué levantado en un halo de viento y llevado hacia lo alto desde donde ya no sintió ni frio ni dolor y a la par solo tranquilidad y paz como tanto habÃÂa esperado y pedido.
Jaime Chapa Gallegos
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