Hace frío y no puedo dormir, el clima húmedo me provoca reumas en las piernas, siempre que lo menciono se ríen de mi, creen que soy demasiado joven para tener ese problema, como si las enfermedades tuvieran edad, de ser así no habría niños muriendo de cáncer, de sida, de hambre, porque el hambre también es una enfermedad. Los niños debería padecer solo el dolor que se siente cuando están saliendo los dientes, los pequeños golpes cuando están aprendiendo a caminar y los raspones en las rodillas cuando se caen de la bicicleta, todo lo demás es cosa de grandes. Hay dolores que sólo deberían ser cosa de grandes. Porque la vida, aunque algunas veces parezca injusto y otras demasiado, debe tener dolor, solo así se aprende a vivir. Porque vivir es mucho más que respirar, es mucho más que ver un atardecer color morado, o dejar que las olas del mar te sumerjan y te llenen de arena la piel, es mucho más que bañarte con agua muy caliente una mañana fría. Porque vivir, también es tener un mal día, maldecir al que mando una impresión exactamente en el momento en que habías puesto una factura en la impresora, que te descuenten sabe dios que cosas de tu cuenta de nómina o que se vaya la luz justo cuando habías terminado tu trabajo pero aun no lo guardabas.
Una de las cosas más dolorosas en la vida es perder un ser querido, sin embargo es indispensable que nos suceda, pues quien no conoce ese dolor no tendrá la sabiduría para valorar y amar mucho mas a los seres que aún tiene. Y si no fuera por la muerte la vida entonces perdería todo sentido.
El amor es otro tema doloroso, la mejor analogía que he escuchado sobre él la dijo Miguel, en una de esas conversaciones filosóficas que se tienen sólo entre amigos, con algunas cervezas encima, el dijo que el amor es como el sarampión, te da una sola vez en la vida, duele, agota y deja cicatrices (eso lo digo yo), y después de eso te vuelves inmune, el cuerpo genera las defensas necesarias para ya no desarrollarlo nuevamente, puedes estar cerca de alguien que lo tenga y no te vuelve a dar (eso lo dijo Él). También dijo que el amor es un estado de indefensión, yo en cambio digo que es una decisión que se toma, la mayoría de las veces de forma inconciente y también digo que el amor te dura dependiendo del grado de masoquismo que tengas desarrollado en el subconsciente. Hay que amar hasta que sangren las ganas (sucede que soy muy masoquista).
En octubre no debería llover, pienso mientras me cobijo los pies y trato de olvidar el dolor de rodillas para poder dormir.
Me gusta escuchar el agua golpeando en mi ventana, me gusta imaginar que enrosco mis piernas en las de “alguien” para quitarme el frío, pero “alguien” mecánicamente las quita porque siempre tengo los pies helados.
Los aguaceros de octubre me recuerdan que estoy sola, en mi cama, esperando que los pies se calienten para que “alguien” imaginariamente me permita enroscarme en él.
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