El Muchacho
Caminó con la mañana recién naciendo a los ojos del sol y cuando mucho había caminado , se detuvo bajo un frondoso roble que despedía húmeda sombra y perfumes de tardes pasadas y de madrugadas nuevas , como ésta que iba apaciguando la premura para depositarla quieta, entre el rocío y el cálido abrazo de las hojas primaverales que alargaban su aliento fotosintético hasta tocar los pulmones de su alma en sagrada misión de eterno ciclo vital .
Allí andaba agitando las moléculas del vient ; persiguiendo las aventuras escondidas en la falda del tiempo y eslabonando añoranzas para unirlas , para concatenarlas a los pasos silenciosos de este nuevo día que venía naciendo en frondosa quietud vegetal .
No sabemos cuando se gestó en la memoria en tránsito oculto, el recuerdo de aquel viaje , donde permanecen inmarchitables la claridades suaves del pasto miel y de aquel caer raudo y sigiloso del vuelo repentino de las tórtolas.
Estaba descansando bajo el roble y nada transportaba inquietud, cuando desde muy dentro de él comenzaron hacerse visibles esos reflejos de aquel rostro, que una vez él amó y que ahora bajo el roble, el tiempo se lo devolvía para acompañarlo en sus días de cordillera y escarabajos .
Es complicado ese momento, todos lo sabemos , porque la imagen de una mirada sin defensas , adornada en una cara pálida y elegante , escapándose a cada pestañeo del presente revientan los límites de la paz espiritual y atormentan la calma de los recuerdos, como las patitas embrionarias del deseo cuando acrecientan su poder de fuego .
Eso le estaba pasando al muchacho, por lo que se incorporó rápidamente y salió de la sombra enraizada de aquellos recuerdo y corrió entre el pasto miel desgranando, en su carrera, espigas maduras y verdes saltamontes .
Por allá se detuvo y respiró hondo, como para desabotonar esa mirada y lanzarla desnuda y amada a las almas silvestres más tranquilas y menos adolescentes,para que ellas también, amaran su dulzura femenina .
Mas, cuando las tranquilas corrientes subterráneas de su tierra originaria , hubieron apaciguado el torrente sanguíneo de sus recuerdos , su corazón se llenó otra vez de esos caminos largos suspendidos en las pendientes de los cerros , que desde donde se encontraba el muchacho parecían huellas marcadas en el éter del infinito .
Sus pasos seguían un impulso propio adherido al impulso que nace del eterno ciclo natural oculto en infinitos discos cloroplásticos , que se van con el viento a perfumar el verde cuerpo de los cerros ,por donde andaba el muchacho descubriendo otras soledades y robusteciendo su espíritu campesino para cuando lo visiten los tormentos citadinos aun no encontrados .
Era de peumos y robles su andar .
Era de helechos su respiración .
Continuará ..... 28/12/09
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