En nochebuena, unos duendecillos que viven en el árbol de navidad, se sentían aburridos de saltar de rama en rama, sorteando las luces y adornos de brillantes colores; se escondían entre las guirnaldas o se columpiaban en una pelota brillante o nevada y así transcurría su vida. Pero a uno de ellos TIN, el de nariz más larga y de pelo rojo, se le ocurrió hacer algo divertido para que su noche fuese más alegre y entretenida: “hacerle una broma al Viejito Pascuero”

Cuando TAN, el duende pequeñito y de amarilla cabellera, escuchó la idea de su amigo, abrió los ojos de sorpresa y abrazando a su compañero, rodaron por una guirnalda hasta llegar al pié del árbol; casi cayeron adentro del Pesebre, pasando a llevar a una ovejita que descansaba junto a su mamá.

Mamá Blanquita (así se llama la oveja) se asustó mucho, pues pensó que podrían hacerle daño al Niño, que dormía plácidamente…pues El trae PAZ, con una leve sonrisa en los labios, pues El trae ALEGRIA…en sus Padres Terrenales hay tranquilidad, pues El trae ESPERANZA, para el Mundo. Los Duendecillos al ver tanta maravilla, sintieron vergüenza por su imprudencia y presentando sus respetos y disculpas a Mamá Blanquita, quién les sonrió y les dijo que ahora se portaran bien…se retiraron de allí muy despacito.

Pero una vez que llegaron a la estrella que está en la parte más alta del árbol, planearon su travesura del día…en eso estaban cuando se escucharon las campanas que anuncian la llegada del Viejito Pascual , TIN y TAN, se escondieron en las ramas más cercanas al tronco, lugar que no es posible verles.

El trineo se detuvo y un Viejito de hermosa barba brillante como la nieve y vestido de rojo, con su Ho, Ho, Ho…acariciando a sus renos, se acercó al Pesebre y sonriendo saludó a quienes cuidan al Niño Dormido. Buscando en su lista comienza a sacar los regalos para los niños de esa casa…Ignacio y Matías.

Ignacio pidió Paz y Felicidad para todos, pero el Viejito además le hace un regalo para que él aprenda a observar las maravillas del cielo…un instrumento que le ayudará a observar la luna y las estrellas. Dejando ese regalo en el árbol, se da vuelta para leer qué pidió Matías, él es el pequeño de la familia y quiso tener un auto para conducir…Santa tomando el obsequio de Matías va a colocarlo junto al regalo de Ignacio y para su sorpresa no está.

Apoyándose en su trineo, rasca su barba, intrigado, está seguro de que el regalo de Ignacio lo puso en su lugar…pero no está. Comienza a caminar dando vueltas alrededor de árbol y nada, el regalo no está…cuando ya comenzaba a preocuparse pues debía partir pronto, ya que se estaba atrasando con su entrega de toda su bolsa de juguetes y regalos especiales…sintió risas y provenían desde la parte alta del árbol, justo bajo la estrella. Y allí estaban los duendecillos, de espaldas en las ramas, levantando los pies que lucían hermosos zapatos verdes de punta larga y curva, celebrando el éxito de su broma.

El Viejito Pascual, se enojó y los reprendió diciéndoles:
- Duendes traviesos, esa broma no se hace…me atrasaré por su culpa. –
- ¿No saben que todos los niños esperan sus regalos hoy?
TIN y TAN, se asustaron y no pudieron hablar, para disculparse. Así que escucharon atentos y arrepentidos el castigo que les impuso Santa Claus.
- Se quedarán para siempre en el árbol de navidad, no podrán salir de allí jamás y no podrán hacer más travesuras como éstas.

Desde ése día TIN y TAN permanecen en el arbolito convertidos en luces hermosas y brillantes, cuando se encienden recordaremos a TIN y cuando se apagan nos acordaremos de TAN. Al parecer estos duendecitos aprendieron la lección, pues nunca más se ha sabido de que alguien haga alguna travesura al Viejito Pascuero.


Isel Bolaños
Diciembre 1974
(actualizado 15.12.2007).