No se cuando comencé a querer a este pueblo, sólo sé que lo hago entrañablemente. Los años vividos a orillas de una playita encantadora entre la espesura del bosque junto al mar sirvieron para crear a un hombre enamorado de la naturaleza y del ser humano; una guitarra en la noche, un locrio de pollo, una cerveza, y el amor juvenil…, no hallaban obstáculos sobre estas tierras.
No infringíamos leyes, por cuanto no había delitos, tampoco policías; ese era nuestro extremo: vivir enamorados de la vida.
Hoy la paz se pierde, y con ella todo. Sólo queda un gran recuerdo que renace cada vez que escucho los disparos en las noches.
De día las procesiones al cementerio dejan de ser extrañas. Mientras yo, ya viejo, con mi muro a catorce líneas, vivo viviendo la vida y lamentando tantos jóvenes muertos.