Cuando el letrero luminoso
del silencio nos grite en
su apoplejía de neon
recalcitrante las ultimas
novedades de la noche de
penurias y mujeres de
alta costura, de rameras de
vida libre y caramelos del
chocolate más caro que sobre
la tierra hay,

cuando la luciernaga se
apacigue sobre la mesa
y los letrados caidan a
las cienagas del olvido,
cuando aquellos que violaron
las palabras más seductoras
se acuesten en el nicho
frío del olvido y las
luparias muerdan en sus
tobillos el polvo del crecimiento,

cuando los cubículos de la atención
médica dejen de ser tan escasos en
invierno cuando
las personas mueren de pulmonía
y se acongojan en sus casas
del gobierno de facto,

cuando las mujeres en su preñez
griten un orgasmo matutino
de dulces margaritas,

cuando los muertos resuciten
y atrapen a la vecina
que siempre sacaba el
defecto a la luz del día,

cuando las sonrisas
trinen en la cama
de los burdeles
y los sacerdotes
pidan perdon por
manosear a tanto cabro
chico que les pasó por
la cabeza,

cuando los días se
hagan noche y los ángeles
en serio canten a la
orilla del destierro,

entonces,

y solo entonces,

podré comprender que me
he perdido en medio de
la iglesia sin dinero para
la limosna.