Hoy he paseado por aquel lugar tan lleno de hojas que juntos solíamos chutar, he acariciado con ternura la barandilla blanca que me ayudaba a bajar las escaleras,y me he sentado en aquel banco donde siempre nos esperábamos fumando.
Entonces he sonreido, a pesar de que no era lo que debía hacer, pensando en tus dientes cuando sonreías, o cuando te salía la voz tan aguda cuando te morías de la risa. Qué bonitos recuerdos.
Pero bueno, no pude hacer otra cosa que alejarme de tus dientes, de tu voz y de tu humo. Cuestión de supervivencia.
Aún así, y a pesar de haber comido de otras bocas, no he podido evitar pensar en tí. A pesar de todo, de que me hayan, más que recomendado, obligado a alejarme de tí, a olvidarte, a pesar de no querer verte, de saber que no me mereces... sigo echándote de menos.
¿Síndrome de Estocolmo? No lo sé, quizás será que me he cansado de engañarme con otras personas que querrían ocupar tu lugar. Pero mi corazón está desocupado, de vacaciones, blindado, hasta que encuentre aquella llave que tiré al suelo. Escondida bajo miles de hojas, acariciada anteriormente por la barandilla blanca, pincel de nuestros nombres en aquel banco de madera lleno de colillas.
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