Me quedè afuera, con mi alma al aire al igual que antes. No escuché el otro tiro, creí que el primero no me hizo daño.
El del ataúd era triste lo vi por la herida de la frente. Estaba pálido.
Se me parecía a alguien; a otro muerto, de esos que andan deambulando.
Por eso fue que me quedé afuera. Estaba confuso, creí que soñaba.
Lo entraron al nicho, con el baúl perforado. A él no le importó, ni a mi.
Los ladrones también comen -decía un ladrón- El otro lo escuchaba.
Fue cuando me di cuenta que no sentía ni el aire, del inmenso parecido: la misma boca, la misma calva; las cejas arqueadas.
Allí estaban todos menos yo.
Dónde estaba yo. Estaba, pero no estaba.
Por eso me quedé afuera, con el alma al aire porque llegué tarde.
Sentí angustia cuando lo encerraron.
A él no le importó nada, a mi si. Ya sospechaba… La misma camisa blanca, con el caimán bordado.
Escucho la música. Todos cantan el mismo canto.
Ya recuerdo: hoy es nuestro día.
Me quedé afuera de nuevo. Como cada año, me acordé muy tarde.
No me moví del sitio. No escuché el segundo tiro. Tampoco más nada. Por eso no me hice socio del club desde el primer día, como hicieron todos.
Me quedé pegado de la reja, mirándola cuando se quito la ropa, entro al baño y salió en toalla.
No oí el segundo tiro. El hombre la acarició como si nada cuando guardó el arma.
Ya ni él me hace caso. Sabe que sigo ahí todavía, mirándolos por la rejilla de la ventana, como el primer día, y hoy de aquello se cumple otro año.
FIN
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