Autor:kanenas
Encuentro casual en el hospital
Adelita, Maura y yo formábamos un trío compacto. Adelita
era,
romántica e influenciable, Maura, la más hermosa de las
tres,
era agresiva y anticonformista y yo, que reunía algunas
caracretísticas de las dos, las complementaba a la
perfección
Ingresamos juntas a la facultad de Derecho, pero después de un
año yo opté por Medicina, Adelita se casó
enamoradísima y después de la boda se estableció en
Australia. Maura… Maura… comenzó a freecuentar gente de moral
dudosa
y evitaba nuestra compañía.
El trío se desmembró.
Traté varias veces de ponerme en contacto con ellas, pero no
teniendo respuesta, poco a poco dejé de intentarlo. Entablé
otras amistades, me casé y dividía mi tiempo entre el
trabajo del hospital y mis funciones de madre y esposa. Después de
veinte años de profesión me nombraron jefa del departamento
de Parasitología del Hospital Rawson .
Cierta mañana, cuando acompañaba a los médicos y a
los estudiantes en la ronda matutina, nos detuvimos junto al lecho de una
paciente afecta de SIDA. Mientras escuchaba el imforme clínico,
noté algo familiar en el rostro de la enferma.
Nuestras miradas se cruzaron y ella dijo con un hilo de voz: ¡Hola
Paloma!
Sólo Adelita y Maura me llamaban así. El apodo había
nacido de mi obsesión por el blanco. Todo mi ropa era blanca y las
pocas notas de color las daban los accesorios.¡Quizás
ése fue uno de los motivos de mi inclinación por la
medicina
! Me acerqué a la enferma. El rostro salpicado de manchas,
arrugado
y enjuto, adquirió identidad.
-Adelita ¿qué pasó?
Se encogió algo de hombros
-Pasó… lo que tenía que pasar, me cuidaba poco; fui
imprudente.
Sus ojos no habían cambiado, en un flash de memoria, vi en ellos a
la muchacha limpia y romántica que había sido.
Los médicos me esperaban. Hice un gesto para que prosiguieran. Me
quedé junto al lecho de mi amiga. Ella continuó con una
voz,
sofocada por la emoción y la tenaza de la enfermedad :
-! Mirá donde nos vamos a encontrar después de tanto tiempo
!
-¿Tu esposo…?
- No, nada…. no funcionó. No me preguntes quién
abandonó a quién porque no sabría decírtelo.
Estábamos mal juntos. No volví a casarme, tuve muchos
amores,
muchos… demasiados… ¿estoy muy mal, no?
Hablamos largo rato. Adelita se mostro aliviada sabiendo que yo
estaría cerca de ella, y contrariando mis principios, di orden de
transladarla a una habitación privada.
Al día siguiente, unas monjas que venían al hospital para
ayudar a las enfermeras, estaban siguiendo las instrucciones del
día, cuando una religiosa, aún bella en su serena
expresión adulta, se apartó del grupo al verme. Me
sacudió una fuerte emoción cuando la escuché decir
con
cariño:! Hola Paloma!
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Autor: josef
Encuentro casual en el Himalaya.
Todo estaba como casi siempre. El valle verde y pujante a mis espaldas. El
cielo claro, de un azul intenso y envolvente. Los perfiles afilados como
guillotinas de las montañas nevadas; y a menos de un
kilómetro de nosotros, un rebaño de espléndidas cabras
del Himalaya, con su pelaje color marrón oscuro y las bandas que
separan la parte superior de la inferior de un color más
blanquecino.
Se desplazaban con soltura entre los peñascos y me era posible
escuchar el tamborileo de sus pezuñas rechinar.
Y allá, en lo profundo del valle, donde una vez estuvo mi hogar,
resonaban las salvas del ejército invasor. Habían venido a
hurtar mis esfuerzos, violar a mi esposa, quedarse con mi familia, destruir
mi vida y matar a los míos...
Todo estaba como casi siempre, excepto los cañones de aquellas
pistolas asentados sobre las nucas de mi compañero Kahu, yo y otros
tantos.
Les dije que me quitaran la venda de los ojos pues quería morir
como un hombre y todo estaba como casi siempre.
Miré a mi compañero kurri- ko y él, aunque algo
más lívido, me observó sonriente: Sin duda era un
día excelente para morir.
Me sonrió. Le devolví la sonrisa. Y de pronto quien se
quedó macilento fui yo. Arrodillado varios metros a mi derecha,
descubrí a mi profesor japonés de artes marciales: Hiro Kito.
¿Qué hacía allí? ¡Él no
tenía que ver con la insurrección de nuestro país! Era
un extranjero. Asombrado le pregunté.
— Maestro ¿qué haces tú aquí?
Vomitó algo de bilis, recobró su compostura, me miró
de refilón y sin titubear, dijo.
— Me hablaste tan bien de tu país que... vine a hacer turismo. Y ya
ves, aquí estoy.
Volviéndome hacia mis verdugos, les exigí: “Este hombre es
inocente. ¡Soltadle!”
Me golpearon con la culata en la boca. Uno me dijo.
— ¿Inocente? Nada de eso. Antes de capturarlo se llevó por
delante a ocho de los nuestros.
Asombrado me volví a hacia Hiro Kito y le pregunté.
— Pero... ¿qué hiciste? ¿No viniste a tomar
fotografías?
Él me miró complacido y sin preocuparse por disimular una
vaga sonrisa, me dijo.
— En efecto, y eso hice en principio. Pero luego cambié la
cámara por la katana, pues me di cuenta en seguida. Por aquí
hay almas que necesitan instruirse en la nobleza del Kendo y les di
lecciones sin cargo.
Incliné la cabeza ante él ¡No habíamos perdido!
Dalai Lama era eterno. Estaríamos siempre
acompañándole…
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Autoria:Alejandrocasals:
Encuentro casual en el arroyo
Preparaba el mate sentado bajo la sombra de un sauce a orillas del arroyo.
Sin advertirlo, me vi rodeado por un malón de Pampas tacuara en
mano, listos para lancearme. Un indio sucio, rotoso y maloliente, se
apeó del potro, siempre mirándome a los ojos con cara de
pocos amigos, desconfiando como si enfrentase un puma. En un lenguaje que
conozco y a veces lo empleo como recurso literario, me interrogó:
-¿Voj... huinca escribidor?
-Si, soy escritor, ¿y usted quién es? -pregunté
asustado.
-Como quién soy? El famoso cacique Lloriqueo... ¡lenguaraz y
secretario priváu de don Inodoro Pereyra, “el renegáu”!
-¡Ah... usted es el último cacique de las Pampas! ¡que
casualidad, no sabe las ganas que tenía de conocerlo don Lloriqueo!
-dije temblando, tratando de congraciarme con el salvaje, mientras
él se empinaba un porrón de ginebra que sacó de una
bolsa que traía colgando en el recado.
-¡El mesmo que viste chiripá y calza botaj e’potro!... no me
mintás crestiano, mirá que vengo a negociar con voj
-contestó fanfarroneando.
Me sentó en el yuyal de un empujón y sin ofrecerme un trago,
él se sento frente a mí.
-¿A negociar? ¿y en que podemos negociar nosotros don
Cacique? -abrevié elevando el tono...que el indio ladino
notó.
-¡Mirá sotreta, no te insolentéj! No jué
pa’nada fácil dar con tus güesos!... ti'anduvimos rastriando
por toda la Pampa y endij'pué por el Neuquén. Ayí
interpelamoj un mestizo con cara e’perro, un tal Eidanioss, que no
jué necesario martirizar... a las güenas noj indicó maj
o menoj and’encontrarte -un poco más sereno, agregó el indio
-E'stáu delegáu por el sindicato e’historieteroj crioyos: el
cabo Sabino, Martin Toro, Lindor Covas “el cimarrón”, El Huinca,
Poncho Negro, Calunga, y otroj menos conocidoj, pero con los mésmoj
problemaj e'identidá, ¡di'hace añoj naides les da
pelota! Eyos están preocupáu, piensan que no ya sirven
pa'nada, qu'stan juera e'moda y otroj chismej menores. Parlamentando y por
voto casi unánime... y digo casi, por que yo no te voté
pa’que no t’empiojés... se decidió qu'eras voj, el que
tenía qu'escribir pa'eyos.
Se puso de pie, se tomó dos tragos de ginebra, me miró fijo
otra vez con cara de malo y sin darme la oportunidad de abrir la boca,
continuó diciendo:
-¡Mirá que sabemos ande vivís!... así qu’es
mejor que ti’arremangués y te le sentéj a la compiuter -y con
tono amenazante agregó -Si te revelaj noj yegamoj al palomar ande
vivíj y le prendemos juego... ¡entendiste huinca
léido!
Y otra vez montado en el potro, me gritó:
-¡Si te conetás con el Eidanioss, decile que le degüelva
la cara al perro.
Y a los gritos, se perdieron en la Pampa.
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Autoría: gmmagdalena
Encuentro casual en Buenos Aires
Ayer, mientras caminaba por Florida, me encontré casualmente con mi
amigo Luis. Después de los primeros momentos de alegría y
sorpresa, decidimos ir hasta un bar para conversar tranquilos y así
ponernos al día con lo acontecido desde nuestro último
encuentro durante mi viaje anterior a Buenos Aires.
Comencé abrumándolo con novedades de mi familia y de nuestro
pueblo, de dónde emigró hace muchos años, para casarse
con una porteña con la que tuvo un matrimonio terrible que
acabó en un divorcio más terrible aún.
Como es su costumbre, escuchó atento y sin interrumpirme; con Luis
somos esa clase de amigos que, aunque se ven poco, conservan su amistad
durante toda la vida.
Recién por el segundo café, lo miré interrogante.
Sentía curiosidad por saber de su vida durante los últimos
meses, sobre todo conociendo lo traumático de su separación y
lo triste que recordaba haberlo visto.
Imprevistamente me confesó que había conocido la mujer de su
vida; que era soltera, que vivía sola, que era bella, dulce y lo
amaba; además de ser inteligente, trabajadora, seria, ubicada,
independiente pero a la vez pendiente de sus deseos. Siguió
así hablando de esa mujer excepcional, hasta que, agotada por tanta
alabanza, atiné a preguntarle dónde había conocido ese
dechado de virtudes.
Riendo por mi sorpresa, me dijo que había comenzado a chatear en el
sitio de “solos y solas mayores de 40” que yo le había recomendado.
Allí conoció a la que hoy era la reina absoluta de su
corazón; a quien, luego de compartir muchas conversaciones y
confesiones mutuas, decidió conocer personalmente - ambos
vivían en Buenos Aires - y todo había resultado sensacional,
puro entendimiento y amor. Estaba facisnado.
Me alegré por mi querido amigo, al que noté feliz y
totalmente olvidado de su amargo pasado. Después de una efusiva
despedida e intercambio de promesas de encuentros futuros, nos separamos en
la puerta del bar.
Mientras me alejaba, recordé que debía llamar a Mariana; una
ex compañera de facultad, a quien, después de muchos
años encontré, también por casualidad, en mi viaje
anterior.
Mariana, según sus propias palabras, era actualmente una mujer
exitosa en lo profesional, pero triste y solitaria en lo personal. Me
tomé el atrevimiento de recomendarle un sitio en internet para
“solos y solas” que yo conocía y en el cual podría conocer
gente en sus mismas condiciones. Antes que dijera que no, le anoté
la dirección en un papelito que metió casi obligada en su
cartera.
Sonreí mientras marcaba el número de su teléfono,
Luis me había dicho que su adorada se llamaba Mariana.
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Autoría:pagoan
Encuentro casual en el supermercado
Empujaba el carro de la compra apoyándose en él como si
todas las botellas y los paquetes que llevaba dentro lo cargara sobre su
espalda. Lo seguí parándome a muy poca distancia suya cuando
él se paraba. Miré de reojo el contenido del carro. Buen
vino, buenas viandas. La buena comido fue siempre su debilidad.
Mi carro estaba lleno de pizzas congeladas, hamburguesas, salchichas, el
tipo de comida que le gustaba a mis nietos. También llevaba las
verduras y el pescado blanco que yo tenía que comer por
prescripción médica.
Conseguí, haciendo varias maniobras por las que me sentí un
poco ridícula ponerme detrás de él en la caja para
pagar. Allí mientras ponía sus artículos en la cinta
me recreé en su perfil.
Seguía siendo un hombre apuesto, delgado, su pelo rubio se
había vuelto blanco, en sus ojos ya no había el brillo que yo
recordaba su mirada era desafiante. Pagó su compra y se
marchó.
Mientras pagaba pensé que tenía que haberlo saludado.
Hacía mucho tiempo que no nos veíamos a pesar de vivir en la
misma zona.
Había dejado el coche en el aparcamiento exterior y cuando estaba
metiendo la compra en el maletero comenzó a llover.
- Déjame ayudarte, te vas a mojar-
Casi tiro al suelo lo que tenía en las manos.
-Creías que no te había visto ¿verdad?-
Sonrió al ver mi cara de sorpresa.
-Vamos a tomar un café. Tú me contarás de tus nietos
y yo de mi soledad-
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Autoría avjota:
Encuentro casual en el Expreso de Oriente
El silbato dio la orden de partida...
Por viajes de negocios en París debía permanecer una semana
adicional a la espera de otra reunión.
Hojeando una revista de turismo, encontré la publicidad del Expreso
de Oriente e inmediatamente vino a mi memoria el recuerdo de una amiga de
la juventud.
Ella vivía con el sueño de realizar en ese tren, el
recorrido París-Estambul y por curiosidad, decidí informarme.
Ante el comentario del empleado que solo quedaban dos camarotes
disponibles para ese día, no dudé en realizar la reserva. Esa
misma tarde partía desde París, con destino final Estambul.
El viaje era hermoso, los paisajes que se veían desde las ventanas
del lujoso tren eran espectaculares. La primer noche, tal lo programado,
dormí en el camarote luego de una exquisita cena en el vagón
restaurante.
Por la mañana, llegamos a Budapest, la escala incluía una
visita guiada, cena y noche de hotel. Todo era placentero, sin embargo, mi
mente traía permanentemente el recuerdo de María, mi amiga.
Alguna vez habíamos intentado una relación que nunca se dio.
Al día siguiente embarqué nuevamente. Una mujer
corría por el andén, llegué a observar que
subía tres vagones delante del mío, sentí como que la
conocía.
El tren reinició el viaje. Esa tarde decidí concurrir al
salón donde funcionaba el bar. La belleza del paisaje distrajo mi
atención y tropecé con una mujer que venia en sentido
contrario. Grande fue mi sorpresa cuando descubrí que era
María.
Como si el tiempo no hubiera pasado, nos sentamos, tomamos un té y
hablamos mucho. Contar lo que nos dijimos seria impropio, si puedo afirmar
que todo lo que hablamos, es y será mío para siempre.
Quedamos en encontrarnos por la noche para cenar en el coche comedor y
escuchar música.
Me parecía un sueño hecho realidad haberla hallado
después de tanto tiempo.
A la hora acordada fui a su encuentro. Había reservado la mejor
mesa, cerca del piano; tras los cristales, veía la luna llena,
rodeada de estrellas en el esplendor de la noche de primavera.
Ante su tardanza decidí preguntar por ella a un camarero quien
gentilmente me respondió que averiguaría que camarote estaba
ocupando.
Cuando unos minutos después regresó, me dijo que su nombre
no figuraba entre los pasajeros.
Un frío intenso comenzó a recorrer mi cuerpo. Temblaba pero
traté de no demostrar lo que sentía ante el hombre que me
miraba con curiosidad.
Le agradecí, me levante y comencé a recorrer el tren
buscándola inútilmente.
No volví a encontrarla. Nunca supe si lo que sucedió fue un
sueño, mi imaginación o acaso estuvo y se diluyó en la
oscuridad de la noche.
Desde entonces, la busco…
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Autoría: m-a-g-d-a 2000
(este texto excede la extensión prestablecida)
Encuentro casual en la cola de un teatro
Ayer volvió a aparecer. Después de muchos meses volví a verle. Fue un encuentro fortuito en la cola de un teatro, se ve que seguimos teniendo los mismos gustos. Elegimos las mismas obras y también intentamos conseguir las entradas a última hora … cuando ya están agotadas.
Él fue el amor de mi vida.
Realmente es hermoso enamorarse, es un sentimiento que conlleva felicidad y dolor al mismo tiempo, la sensación de que una persona te hace sentir viva y que también mueres por ella. Con el paso del tiempo he llegado a pensar que lo mejor del enamoramiento es que se acaba. Queda cariño, amistad, respeto, admiración, complicidad, todo eso en fin que nos lleva a compartir el día a día (además de hijos, hipoteca, familia, sociedad, esas cosillas que más que unir nos atan).
Él fue el amor de mi vida. Ese que cuando aparece lo reconoces como tal, que se impregna en tu piel, se cuela hasta lo más profundo de tu cuerpo y te das cuenta de que pase lo que pase no vas a olvidarlo jamás. Cuando encuentras ese gran amor toda tu vida comienza a girar en torno a él. Ya no importa lo que tú pienses o sientas, te guste o aborrezcas, es igual, sólo lo suyo es importante, si coincide con tu forma de ser estupendo y si no, pues se le hace coincidir.
Él apareció hace unos cuatro años y compartimos nuestra historia durante más de tres. Después que se marchó y que yo volviese a ser persona o al menos a comportarme como tal, he hablado de este tema con mujeres de índole diversa que también tuvieron o aún conservaban a su “gran amor” y en todos los casos he encontrado algunos puntos en común. Por alguna extraña coincidencia ese gran amor suele ir ligado a un amor imposible: o está casado, o es cura u homosexual, lo cual a todas luces debería de poner fecha de caducidad a este enamoramiento, pero no, no hay nadie mejor que él para convertirse en el amor de tu vida.
Lógicamente tu vida se convierte en una auténtica noria. Te duele su ausencia pero te sube al infinito el verle esperándote al otro lado de la calle cuando sales de trabajar; sufres mientras te preguntas a cada momento qué estará haciendo él pero disfrutas pensando que estará echándote de menos tanto como le echas tú; vives todo el día colgada del ordenador esperando que aparezca y te hace feliz un simple saludito de buenas noches; o del maldito móvil que no suena y que tirarías por la ventana pero que no lo harás por si suena mientras cae y te tiras tú a cogerlo. Cada acción que realizas a lo largo del día, aunque sea sumar una y otra vez esas dichosas cuentas que se han puesto rebeldes se las dedicas a él. En fin, que cualquier cosa le trae a tu recuerdo. Esa camiseta que planchas y que tanto le gusta porque se te cae un tirante; la canción que cantasteis a voz en grito la primera vez que montaste en su coche; el libro que te hace un guiño desde la estantería de tus libros especiales. Y cuando aparece no puedes borrar la sonrisa de tu cara embobada. Y le abrazas, le besas, le acaricias, le hueles. Disfrutas cada segundo que pasas junto a él a la vez que vuelves a sufrir presagiando el momento de la despedida. Y después vives del recuerdo de cada una de las palabras que ha pronunciado. Y las analizas una y otra vez buscando el sentido más positivo para ti. Y piensas (vamos, estás más que segura) que él guardará cada una de tus palabras en su oído, de tus caricias en su piel como un auténtico tesoro.
Y aunque un día diga que te deja, que ya no puede más, que se le hace inmensa la distancia, o la sospecha de su mujer o que se ha dado cuenta de que su tendencia sexual no es compatible con “tus ojos” tú seguirás amándole, seguirá siendo para siempre (como su nombre indica) el amor de tu vida.
Ayer volvió a aparecer. Después de muchos meses volví a verle. Fue un encuentro fortuito en la cola de un teatro, se ve que seguimos teniendo los mismos gustos. Elegimos las mismas obras y también intentamos conseguir las entradas a última hora … cuando ya están agotadas. Entramos en un bar, pedimos unos cafés y charlamos durante un largo rato. Finalmente nos despedimos con un beso en los labios y con la promesa de volver a vernos pronto.
Realmente salí contenta e ilusionada, de hecho una gran sonrisa iluminaba mi cara y mis pies parecían flotar sobre los adoquines de la calle. Después de aquella tarde aprendí que “el amor de tu vida” también tiene fecha de caducidad.
EL_RETO_GANADORES,22.12.2009
Debido a la escasa participación en Prosa y en Poesía el
Reto16 se declara desierto. Comprendemos que las causas puedad ser varias
pero la de la proximidad de las fiestas es la fundamental. Les deseamos a
todos Feliz Navidad, buen año, creatividad y Paz. |