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 Escribir, amor, es desnudarse,
 instalar la sílaba abierta
 en el fin de nuestra biografía,
 es una forma de vivir en los demás,
 ser parte de la fiesta o redención
 de los hermanos que giran
 con lagunas de sal
 o bordeando auroras boreales
 que sujetan tu cintura.
 
 Me descubro ante el camino
 que dejo cuando ingreso a tu cuerpo
 y me haces libre de simiente alba,
 hablo de ti, de nosotros,
 de la manera exacta
 que tenemos para saltar
 en un pie y recorrer el mundo.
 
 ¿Sabes de la vez que lloramos
 recordando nuestras partidas,
 olvidando que no podemos dejar
 las fuentes del bautizo?
 
 Cuento las horas que faltan
 para mirar en el cuenco de tus ojos,
 y caminar juntos el valle sagrado,
 no tengo otra manera de vivir,
 modo distinto de habitarme,
 forma diferente de ser humano.
 
 Me desnudo ante el fiambre del pobre,
 y la abundancia ficticia,
 me ubico dulce y secreto, visible,
 confiado, lubrico, santo,
 bueno, casto, puro, silente,
 siempre para ti, amor,
 ajustado a tu compañía,
 sujeto a tu entrega
 de giro y sexo laico.
 
 No, no me instales ropas,
 ni corbatas ni calcetines,
 deja que mi desnudez te cubra,
 te preñe, te haga libre, nos una,
 y, a mi, me esclavice
 hendido en tus huellas.
 
 
 
 
 
 
 
 
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