Déjame comenzar por contarte que no sé escoger a mis amigos. No sé como terminé siendo su amigo. Luis siempre había sido un tipo ensimismado, así que nunca pensé que él sería capaz de hacer lo que hizo.
Seis meses antes de que todo eso pasara yo estaba en una situación económica bastante grave y él me dijo que si quería podía irme a vivir a su apartamento. Luis me había salvado la vida al hacer eso.
Compartir el apartamento con él había sido una de las mejores cosas que podían haberme pasado, porque él no hacía mucho desorden y la renta era bastante baja.
El problema es que un día llegué del trabajo y había una mujer discutiendo con él en la sala. No la pude ver bien, porque no quise interrumpir nada y me metí al cuarto de inmediato. Sin embargo, escuché lo que ella le decía.
Era algo así como ?No me toques, no me gusta, no en el pecho, no en las piernas, no en los brazos, si digo no me toques es porque no quiero que toques nada de mí, ni mis manos, ni mis dedos, ni mis uñas, nada, entiéndelo si quieres estar conmigo.?
Después de eso, escuché el clac-clac-clac de sus tacones y después el portazo que pegó al salir. Luis tocó mi puerta y le abrí. Estaba hecho pedazos.
Se me ocurrió preguntarle por qué había sido eso, tú entiendes, como para que se desahogara. Nunca había entrado tanto en confianza con él, pero terminé haciendo eso y volviéndome de ahí en adelante su paño de lágrimas.
Empezó a explicarme que esas eran las condiciones de su amistad desde el día en que la conoció, que era su voluntad, parecía evidente que era la condición más difícil de todas las que se le hubiera podido ocurrir, porque todo el tiempo quería tocarla.
Lo mejor de todo es que nunca estaba sola. Todos se acercaban a ella, la mujercita era como un imán que atraía a todo tipo de hombres e incluso mujeres hacia ella, pero a nadie le permitía que la tocara.
Además de eso, parecía que era perfecta siempre, no había nada de lo que ella no hablase con dominio, ni momento del día en que no se viera bien. Podía vestirse con cualquier cosa y el efecto era el mismo. Luis decía que a ella no le interesaba saber lo que causaba su apariencia física en las personas. Pero al mismo tiempo, todo el que se le acercaba la hacía objeto de su adoración.
Nadie duraba junto a ella, los intentos cesaban después de dos semanas, ella jamás decía algo bueno o feo de sus acompañantes, mas nunca daba esperanzas a nadie, incluso si el amor existía, no decía nada, no avanzaba un paso y sus acompañantes se alejaban pronto, sin importar su atracción o su amor a primera vista.
Eso solo hacía que la religión que había fundado Luis alrededor de ella prosperara.
Y cada día, Luis llegaba a contarme sus problemas, hasta que yo terminé trabajando horas extra para evitarlo. No hacía nada más que hablar de ella día y noche.
Al igual que a mí, era de esperarse que ella se aburriera de él. Luis le escribía cosas, muchas cosas, pero ella las rompía sin leerlas. Se estaba volviendo absolutamente irresponsable
Un día de esos, lo encontré dormido en el sofá de la sala. Había llegado borracho. Lo llevé a su cama. Cuando volví a la sala, encontré una carta. Fue la primera y única vez que vi su letra.
?No vas a tocar mi corazón con esto, no aceptaré nada que hagas con tus manos, lo he leído todo, personas sin talento han escrito cosas para mí, algunas han copiado para mí, incluso uno con talento me escribió alguna vez, no hay algo que en el papel ni el lienzo ni la guitarra ni el piano ni en la comida que pueda sorprenderme, son cosas hechas con las manos y son como querer tocarme, Att. Alicia.?
Después de eso, Luis dejó de salir de su cuarto, se la pasaba llorando todo el día y terminó perdiendo el trabajo. No sabía que hacer esos días. Opté por buscar un nuevo apartamento.
Cuando logré encontrar un buen apartamento donde quedarme, fui por mis cosas. Luis estaba en la sala. Estaba feliz.
Me acuerdo que pensé que ya todo había terminado. Me senté junto a él en la sala y me dijo que ya estaba más tranquilo, que ahora comprendía lo que pasaba.
No dejó de hablar de ella, pero ahora todo era menos traumático, decía que solo tenía que encontrar una solución, porque ella de todas formas seguiría rechazando a las personas que se le acercaran.
Pero eso nunca detenía los intentos infantiles de muchos por impresionarla. A su puerta siempre había un carro lujoso y en su teléfono, llamadas de gente muy ocupada que llamaba con la esperanza de hacer que el sonido de su apellido tocase alguna fibra de curiosidad en ella. O al menos, eso me decía él.
El caso es que terminé aplazando mis planes de mudanza, porque Luis andaba de muy buen genio todo el tiempo, porque estaba al tanto de la vida de ella.
Por eso me cogió de sorpresa.
Imagina esto: Entras al apartamento y ves un charco de sangre sobre la alfombra. Miras a tu izquierda y ves a Luis con un cuchillo en la mano derecha. Su mano izquierda, separada del resto del cuerpo, está justo frente a tus zapatos.
Me dijo que le ayudara. La voz de la razón me decía que debía salir de allí como alma que lleva el diablo. No lo hice, mientras pensaba en lo que debía hacer terminé ayudándolo a cortarse la otra mano. En vez de llamar a un manicomio, fui por el botiquín y le vendé los brazos mientras llegaba una ambulancia.
Para rematar, acepté poner sus manos recién cortadas en una caja de regalo y llevarlas a la casa de ella.
No quise quedarme a ver la reacción de ella. No estoy tan loco como para hacer algo como eso.
Pasé casi una semana en evaluación siquiátrica, pero no hubo problema. Concluyeron que había reaccionado de la manera en que reaccioné por culpa del shock. Pero a estas alturas creo que lo hice porque pensé que lo estaba ayudando.
Luis en cambio sigue encerrado. Estos días continua enviándole cartas a ella, ya sabes, las dicta a alguna enfermera y yo le hago creer que se las llevo a Alicia.
Es obvio que él terminó en una institución mental para recapacitar sobre sus acciones, pero en lo único que piensa es en lo que la gente aún no le ha ofrecido a ella.
¿Escucharla?
Todos lo pretendían, si bien ella siempre supo que muchos solo estaban viéndola.
¿Amarla?
Todos le decían te amo apenas la conocían.
¿Cuidarla?
Sólo necesitaba que alguien la cuidara de toda la gente que quería cuidarla.
¿Quieres saber si llegué a conocerla?
No, llegué a saber muchas cosas de ella. Supe todo sobre su infancia y sobre su vida diaria, como si hubiese estado allí para presenciarla. Sin embargo, jamás la he conocido. No quisiera hacerlo. Una mujer que lleva a un hombre a esos extremos...
La última vez que hablé con Luis, que fue la semana antes de irme de Bogotá, él me dijo que se le había ocurrido lo que faltaba.
Dijo que nadie había sido capaz de preguntarle a Alicia lo que ella deseaba.
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