Parido del tiempo
fastidiosamente largo
atrapado en su pasmosa inercia.

Todo que transcurre y que transcurre
tan soberbia y lentamente
haciendo de cualquier sacrificio
un tedio profundo y agobiante.

Paciencia
la puta y maldita virtud
de enseñanza conventual.

Lánguido, exangüe, mortecino
agonizo atragantándome
por siempre y para siempre
la borrasca, el torbellino y la ráfaga
que me perforan, que me pulverizan
que me deforman por dentro
en una propulsión irrefrenable
que aniquila la poca cordura que ya se desvanece.

La ira, la rabia
una mala idea
una mala descarga
un crimen de locura
que agota todos los costos.

A la mierda
furia y fuego
para la abyección
de permanecer sedados
ante lo mezquino de otro día
que se nos viene
para ver los mismos zombies
dando vueltas las esquinas
y aquellas tantas caritas cínicas
perfectamente adaptadas
al puto protocolo del “deber ser”.