Bebo de tu boca, libertad de un paladar sin bridas,
Y acaricio lengua con lengua la suave llave de esta
puerta
Que abres a tanta sangre contenida.
Y te enroscas a mi cuerpo, sabia y cimbreante, piel
que ya me contiene,
Profunda herida
Arrastrando a llamaradas los
musgos
Escondidos hacia un aire de juego y muerte donde
yacemos
Sin nadie entre un mundo estremecido que sueña la
corriente y el pan de un cuece que es fuego
antiguo.
Palpo tus pechos victoriosos hechos a mi hambre y
sus rugidos
Y muerdo con pasión antigua la carne de luna
caliente
Que rodea tus pezones altivos. Donde a besos de
saliva
Cultivada creo ver un cielo donde morir tras este
combate
Sin enemigos.
Y mientras tus manos acarician mi espalda y yo
sigo
entre tus dos mundos,
Extranjero de mi mismo, besando y lamiendo a
saltos jubilosos
Tus orbes derramadas como dos abismos, un olor
espeso a mar
Encerrada y cautiva va inundando el espacio a
oleadas tibias que manan ebrios y fosforescentes
desde tu herida de victoria y fracaso, de viva llama
y fragua estremecida.
Es tu sexo y el mío por las grutas del cielo a
tientas besándose,
Haciéndose uno.
Tus piernas abiertas, raíces alimentándose de la
tierra fértil,
Primigenio caos encendido de donde brotan
flexibles para arañar
Al cielo un círculo divino. Y se cruzan a mi espalda
en un asalto
De hembra sabedora hacia el dominio.
Y yo voy bajando mi boca por el vientre rumoroso
firmemente
Llano que conduce a la noche victoriosa y
empapada de tu sexo
Dejando un rastro espeso de cuerpo subterráneo
y lirio florecido.
Es mi lengua quien separa tus dos labios, luminaria
avenida
Que parte desde la colina frugal que mezo entre
mis labios
Mientras un temblor sacude tu cuerpo y le hablas
al tiempo
De mimbres que no comprendo pero que siento
cercanos y mios.
Una jugosa ventisca se desliza de tus adentros
hasta mi boca
Que sabe a caracola y pez que ha volado.
Tengo el alma llena de ti y de espera.
Un árbol eléctrico con olas de luz cargado. Su
acerada espesura
Sólo tiene un ámbito y lo ocupo despacio entre un
fondo de resacas y olas de savia
Hornada en tu cueva madura de llaves
encontradas.
Es un baile de ritmos que cambian al margen
Del pensamiento, sólo sentido y vuelo.
Tú y yo con avidez, con pavor,
Con fervor, meciendo el universo a golpe de vela,
apagando la llama,
Oxigenando el fuego, violando toda ley, arrancando
el oxido
A los márgenes últimos del placer y retrocediendo
por las grutas cultivadas
De los siglos, hambrientos, vueltos hacia nosotros
mismos con la lujuria
Primigenia de la horda, bailando al unísono,
dolientes, solos, sin mundo,
Sin edad en una cama que es un jardín y una
selva, un salón, una vereda.
Y en el vaivén de la corriente, como una fabulosa
avenida de yeguas
Enfurecidas, rompió su velo la muerte, cerraste los
ojos, sollozaste
Mi nombre y con un último temblor quedó tu cuerpo
inerte.
Ya sólo quedaba yo, muriéndome de nosotros
mismos y de una nueva amanecida.©
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