En las rodillas de su madre descansa Mónica y los recuerdos se desencadenan:
-Que suerte tiene la Monica, casarse con un joven sin vicios, trabajador y responsable, es la envidia de muchas madres que quisieran a alguien así para sus hijas.
Eso creian todos, pero es un tormento vivir asì todos los dìas. Tenìa yo dieciocho años y mis padres querìan que estudiara pero no valorè sus opiniones, la vida era maravillosa para mí en esos dìas, no podìa aceptar en esperar un par de años y consintieron, diciendome que no por que me casarà no se iban a preocupar de mì, solo que tan lejos que iba a vivir les contrariaba.
Toño y yo muy enamorados nos casamos, sin invitados, solo la familia y un pequeño cóctel que ofrecieron mis padres. Y nos fuimos a la casa arrendada, pequeña, para empezar nuestra vida compartida y juntos, ser felices , vivì así como dos años y mí amor se fue decantando con la realidad. No quiso gastar en cortinas y trajo de la casa de sus padres unas usadas, cortas y feas, aparte de otros objetos varios que si nos sirven mucho. Nuestros respectivos padres nos regalaron una lavadora y una heladera electrica chica. Para no gastar en muebles todavía, se las ingenió para colocar repisas por todos lados. Que un dìa me darìa una sorpresa con lo que economizábamos. Acepté con cariño todas sus ideas,después eran imposisiones. Hijos ¡NO! Primero la casa y asì serìamos felices. Y con su ternura y sus caricias acallaba mis debiles protestas. Sentía que me oprimía y lloré a escodidas más de una vez y lleguè a pensar que era inmadura e ilusa o demasiado soñadora cuando pensè en tener mi hogar con el ser que amaba.
Hizo un programa organizando el trabajo doméstico para que no me aburriera,esperándolo.
Los sábados en la mañana yo separaba la ropa y èl la colocaba en la lavadora. Después cocinaba hasta para el domingo. En la tarde en el destartalado auto ibamos a hacer la compra para la semana. Aún esperaba ser feliz. Toño planificaba todo, demasiado quizàs y yo me sentìa una ignorante venida de otro planeta. Y jamás puso dinero en mis manos. Si pedìa algo el decidìa si me convenia o no. Un chocolate pequeño una sola vez al mes, porque engorda y yo no debía echar a perder mí figura juvenil ni mí cutis. Domingo ordenar la casa y colocar la ropa en las repisas y Toño dormia una siesta, yo no podìa dormir y no tenía un libro que pudiera yo leer. Muy rara vez ibamos al cine y mi radio no estaba muy buena. Sentìame prisionera, mis amigas no venìan porque nunca las invité, sin teléfono ni dinero para hacer un llamado y ellos pensaron que yo estaba muy bien por eso las olvidé.
Toño cocinaba en la tardes para la cena y me dejaba para mí el almuerzo del día siguiente. Que no echara a perder mis manos que eran suaves,solo para acariciar. Y a mì memoria llegan con fuerza como peñascazos los ecos de los comentarios y felicitaciones por mí suerte, por la joya que me tocó de marido, que mí futuro iba a ser seguro y dichoso.Como se equivocaron.
A veces dejábame las monedas justas para comprar el pan y otros días lo traia él.
El colmo fue el día que le pedí dinero para mì,lo necesitaba, en la panaderìa había ricos dulces, a mí me gusta lo dulce.
- Amorcito, a usted no le falta nada y sabe de mí saldo en el Banco, para nuestra casa. En ese momento lo odié.
-Quiero dinero para mì.
Un beso y se fuè riendo no de burla,sino de la gracia de su actuar, mientras decía:
Le dejé el doble del dinero del pan sobre el espejo que está en su repisa.mi amor

Cinco monedas, reflejadas en el espejo.

Guardé algunas cosas mías en un bolso. limpiándome las lágrimas salí por la puerta de mí libertad. Y mis lágrimas han humedecido la falda de mi madre, mientras acaricia mi pelo y me da consuelo.
- Esa es una manìa, hijita, es como una enfermedad.