Ciudad brillante tibio reflejo mojando mis días con sus delirios de viejos. Sube y baja como la marea de niños que juegan y gritan por las calles en Domingo. De noche contemplo las luces brillando los cerros prendidos de vidas colgando. Todo en bajada o subida bailando al son de los vinos comparto gozando. La fría brisa golpea mi pecho, mi cara, mis manos, me deja perplejo. Es la hora de la partida no tengo deseo soy un exiliado de eternos regresos. A mi ciudad querida vuelvo de lejos camino descalzo por los sueños que tejo.
Texto agregado el 18-12-2009, y leído por 243 visitantes. (9 votos)