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Inicio / Cuenteros Locales / sendero / EL PUEBLO, LOS MAESTROS Y DOÑA LICHA

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Tenía claro que el poder lo detentaban los de “razón”, es decir los que usaban pantalón, camisa. Tenían escolaridad. Eran los propietarios de tierras, ganado y administraban los poderes políticos. La indiada, quienes hablaban dialecto, vestían de calzón y vivían en casas de tarro, con techo de palma y se curaban a la buena de Dios o bien consultaban con el curandero, con el brujo para evitar o espantarse los malos espíritus. Ellos, tímidos, lejos de decisiones, trabajaban de sol a sol, para el terrateniente con sueldos risibles. Machete en mano, tumbaban hierba mala para que el ganado se alimentase con retoños frescos de pasto . Otros, los menos, poseían porciones de ejido que mal sembraban, por lo que se veían en la necesidad de rentar sus tierras y emplearse como jornaleros. Estaban los comerciantes y artesanos, pero su poder político era de poco peso. A lo más, que llegaban los indigenas era a ser topil, especie de recadero. En el tiempo hubo levantamientos, la última por los años sesenta, la razón siempre la misma, pelear por lo que ellos, como pueblo tuvieron: La tierra.
Veías un pueblo pintoresco, mas por detrás, encontrabas la miseria expresándose de mil maneras. Hubo momentos de esplendor con la vainilla y el café cuando estos, tuvieron precio. La otra fuente de riqueza estaba en los bosques de cedro, caoba y carboncillo. Muchas familias migraron. Las ricas se llevaron el capital a las grandes ciudades, los pobres buscando trabajo ya sea en el país o en los estados unidos.
Un médico tiene que vincularse con los maestros. Ellos se convierten en pequeñas luces para la población marginada. Tienen que luchar por la falta de recursos, tratar de que los niños aprendan el español primero para después enseñarles a leer y escribir. Luchar en ese entonces contra la desnutrición, la pobreza, y la negativa de algunos padres al no mandar a sus hijos a los centros de enseñanza. Conocí a un maestro que era víctima del alcoholismo, en la mañana enseñaba y en la tarde ingería hasta perderse. Conocí a Santos que tenía deseos de que en el pueblo existiese una secundaria. Cuando me dio la noticia de que le habían aceptado la propuesta, se lo aplaudí, así que cuando me invitó a dar clases de biología, lo acepté. De mi relación con los maestros y con la actividad de dar clase me llevan a dos historias. Una con un maestro que sólo estuvo en la comunidad un día, otra, una historia de amor entre docentes. Y una última relacionada con la migración.
DOÑA LICHA
Doña Licha se embarazó cuando no lo esperaba. Frisaba la edad de cuarenta años y tenía la creencia de que la menstruación ya se le iba a retirar, pero no sucedió. Cuando se “alivió” no atendí su parto, sino que fue aliviada por una partera empírica que por estos lugares se les nombra como “comadronas”. Tuvo un varoncito.
Mucho tiempo después le preguntaba el porqué no había acudido conmigo para atenderla y evitar que el recién nacido enfermara gravemente. Quedó en silencio, si acaso dijo: son cosas de Dios.
Las comadronas sufrieron el acoso de parte de las autoridades sanitarias, a ellas se les responsabilizaba en parte de la alta mortalidad materna e infantil, después se reflexionaría que ellas formaban parte importante de los servicios médicos que la comunidad tenía desde antes de la medicina científica.
La partera cuando se ha responsabilizado de la atención, acude con frecuencia a casa de la embarazada, la atiende, se entera de sus molestias, ayuda en sus quehaceres, la soba, “le acomoda el bebé” y el parto es atendido en el domicilio, y durante los días siguientes, es ella quien se hace cargo del hogar, da de comer a la prole, lava su ropa y la mima, hasta que ella es capaz de tomar las riendas del hogar. ¿Qué médico o enfermera podría sustituirla?
La unión de partera, embarazada es intenso. Una relación que ninguna política puede desbaratar, porque está enraizada en una cultura que se ha forjado en siglos.
Cuando Doña Licha llevó su niño enfermo, fue un problema al que tuve que enfrentarme con imaginación y ciencia. Pasados los años pensé en ella, para forjar un cuento. Dos historias: El bebé de doña Licha y Jesusito o la tona.


EL BEBE DE DOÑA LICHA
El cuento
¡Doctor, doctor!, ¡El niño no respira! Me lo dijo a gritos el mozalbete. Dejé a los estudiantes, a quienes les impartía la clase de Biología en la naciente secundaria de Cox y salí corriendo, tomando el atajo para llegar a mi consultorio, donde Doña Licha, la mamá, ya instruida , le daba con el dedo índice masaje al corazón del bebé de quince días de nacido.

Ese niño había llegado a deshoras, la madre con poco más de cuarenta años, nunca pensó que la providencia le diese otro hijo. Dos días antes llegó al consultorio diciéndome que los cólicos al recién nacido no se le quitaban. Habían probado remedios caseros y hasta algunas gotas que un dentista había recomendado. Después de observarlo detenidamente y por su edad, sospeché que el niño podría tener un Tétanos.

Cox en aquel tiempo estaba incomunicado, había que recorrer de tres a cuatro horas a caballo y después otro tanto para llegar a la ciudad. O bien esperar a que bajase la avioneta si el tiempo lo permitía. El pronóstico de dicha enfermedad en ese medio o en cualquiera sigue siendo grave, pero en aquel tiempo era mucho más.

¿Qué me hizo aceptar un reto de tal envergadura, si lo más sencillo era decirles a los padres que se lo llevaran a un Hospital? No lo sé, si volviera a estar en una situación similar, les diría: “esto no puede tratarse aquí, requiere de especialistas y de cuidados intensivos”.

El bebé estaba grave. Y a los ojos de los padres debieron verlo más. Recuerdo que llegó el cura Panchito y luego Mario y en el consultorio fue bautizado con el nombre de Mario. Don Servando, su papá, me dijo: “no lo llevaremos a la ciudad, se lo encomendamos a Dios y a Usted Doctor”, quizá esa fue la motivación y hablé con la mamá, que la necesitaba al lado del bebé. Las contracciones eran tan fuertes que el niño dejaba de respirar y el corazón se detenía por lo que tuve que adiestrarla en reanimación. ¡Qué mejor enfermera que la mamá!

Recuerdo que me cuestionaba: si el niño tiene contracciones musculares, debería responder a sustancias como el metocarbamol. Ésta sólo se presentaba en tabletas. Para ese momento tenía al bebé con soluciones intravenosas, antibióticos- penicilina cristalina-y doña Licha se sacaba la leche y la daba con un gotero, pues no podía mamar. Teníamos también botellas de agua caliente a toda hora, pues en las madrugadas bajaba la temperatura en aquel pueblo de la montaña. Todos los días se aseaba del muñón umbilical.

Cómo llegué a deducir que el Diazepam podría servirme, no lo sé. Pero recuerdo haberme dicho: si diez miligramos sirven para un sujeto de 60 Kg, cuanto tendré que ponerle al bebé? Tenía muy presente que la sustancia es altamente irritante para las venas, así que la diluí en suero y se la instalé gota a gota. Fue increíble, el número de veces que dejó de contraerse se redujo a una o dos en el día. Sabía de antemano que era imprescindible no descuidar la hidratación, la alimentación, el suministro de antibióticos y por supuesto se habían mandado a traer de la ciudad la Antitoxina. Creo que el amor de la madre, los rezos que ella hacía, fueron insubstituibles para que el infante cruzara la delgada línea que hay entre la vida y la muerte.

Un día llegó Doña Licha y me presentó a su hijo… un muchacho de veinte años, lo saludé y lo abrace como un hijo mío que no hubiese visto en veinte años, En alguna ocasión recuerdo, que me dijo su mamá: le debimos de haber puesto Rubén, yo creo que Diosito lo mando a estas tierras. Yo me quedé pensando, que no en todos mis pacientes tuve aciertos y en uno de ellos aún bajo la cabeza y pido perdón a la madre por no haberlo salvado.

Texto agregado el 18-12-2009, y leído por 571 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
02-09-2013 Gracias querido amigo por guiarme hasta aquí, esta historia es maravillosa, por lo real, por su terrible simpleza y complejidad a la vez. Gracias! por que tu narración te muestra a ti también, en toda tu pequeñez y en toda tu grandeza. Carmen-Valdes
22-12-2009 Muy linda historia Sendero, lo haces a uno partícipe de lo vivido. No sabía eras doctor.... tigrilla
20-12-2009 Historia humana y con el médico ingresando a cada nervio y espacio de Cox. lindero
19-12-2009 Los personajes hacen la historia, una historia humana de sobrevivencia, de solidaridad, que me traslada a los lejanos tiempos de mi primera infancia, mi padre, único médico general de un pueblo aislado por la nieve en el invierno de cualquier ciudad con más recursos. Sigo leyendo poesía, una poesía cálida que nace desde el alma que recuerda una vida, una historia y su gente. ¡ Hermosos cuentos ! Mis cinco estrellas. Ignacia
19-12-2009 Muy bueno. Te felicito. louyann
18-12-2009 ¡¡¡Qué historia!!! En esos lugares donde los habitantes viven como pueden. los maestros y los doctores son esenciales para resolver cualquier situación. Excelente narración, muy vívida. Mis************ para tu arte. almalen2005
18-12-2009 Sencillamente precioso. m_a_g_d_a2000
18-12-2009 Ruben una historia preciosa,muy conmovedora.Espero por las otras dos.******** shosha
 
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