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Esta noche debe de ocurrir.

Descorazonada Amy. Sube el volumen. Observa su desnudes en el espejo. Sufre. Palpa su pecho. Descorazonada. Quiere creer en verdad que nada late, que nada alrededor de ella merece hacerlo latir. Fue declarada inepta esta tarde. O al menos eso dijeron los resultados de una prueba general de aptitudes. Y no le impresionó. No cree saber qué es lo siente sobre eso, ya no espera saberlo, aunque pienso que ella está aterrorizada. Lo sé, teme varias cosas; las cinco de la mañana, al aire helado en las calles apenas iluminadas, a ya no tener apetito, de no disfrutar del sabor de la sal, del azúcar, de los cuerpos, de su juventud, de nada. Abrasa el pavor a sus días grises. Y no vale la pena gritar. No tiene nada, ni le falta. Ella de alguna manera lo intuye, porque esa era la única prueba tangible que le faltaba para saber que esta noche observa a una criatura desde hace tiempo miserablemente mundana frente al espejo. Que está viendo a ese ser sin brillo esperando que suficiente agua tibia llene la tina, que la mayor cantidad de esa canción tape sus oídos. Creo que Amy ahora escondería las lágrimas tapando su rostro con insuficientes manos. Pero ella ya no sabe llorar. Declarada inepta, inepta. Se observa en el tocador, su inhábil cuerpo, su mortecina piel. Y aunque la música golpea cada rinconcito de sus oídos (cada guitarra, cada tono) ella sigue inmersa en su vanidad, en la intrascendencia que resulta su existencia. La conozco.

Y ella en ese instante me ha olvidado. Amy está inmersa en la abstracción de su inutilidad. Nada más existe entre el espejo y la tina que recibe su cuerpo, el agua desplazada. Los resultados de la prueba lo han decidido; ella está rota, no sirve. El baño tibio reconforta sus defectos. Amy cree ahora que no es especial, que realmente nunca lo es ¿Qué cosa podría serlo? Hasta un diamante no es más que un maldito pedazo de carbón. Y de ese hay mucho. Gente feliz, gente triste; fracasados y triunfadores, mientras piense en ellos en plural no hay nada ni nadie especial. No quiere creer que las personas que aprobaron esa estúpida prueba sean tan distintas. Nada brilla en su oscuridad. Sólo esta ella y cada centímetro de su ser irrelevante, perfectamente prescindible. Cree que nadie la extrañaría, nadie sabe lo que hace. Está sola y ni siquiera recuerda que existo. Es ella y su lozana belleza, vulgar y efímera. Creo que debería pensar en mí. Aunque sea sólo mi nombre en un fragmento. En vez de eso, deja flotar su cuerpo en la gran tina, lo deja hundirse. Toda ella se sumerge en el agua. Toda ella piensa en no volver a salir de ahí.

Amy tiene alma. Una interesante. Pero ella no lo sabe. El componente suena aún la música muy fuerte. El baño del departamento retumba. Es mi canción. Algo que escribí e hice con mi banda. Me halaga que inconsciente Amy se esté ahogando con mi música de fondo y me asombra la pasividad con la que simplemente se muere. Con un poco más de atención a su apariencia, ella tendría verdaderamente un lindo cuerpo. Aunque de esas hay muchas, la que miro se sabe inepta mientras pierde la consciencia, con los ojos oscuros y apenas abiertos, con gesto genialmente neutro para la ocasión; no muy bello, no desagradable. Creemos que nada especial.

Me pregunto si mientras esto sucede, el agua filtrará el sonido como para que mi canción aún pueda llegar a Amy. Como para que finalmente lo último en que esté pensando sea en mi canción. Considero que trabajé mucho en ella, que es perfecta para la situación, deseo saber si logra captar algo.

Allí en el fondo donde crea y siente, está la verdad. De quién es, a dónde pertenece. Sé que para Amy es difícil reconocer, imposible llegar al pozo. Confunde los usos de sus días, se emplasta en el hábitat monótono. Pierde su rostro, ni siquiera lo sabe o no parece importarle. Pasa los sucesos destiñendo colores, pudriendo su visión. Y es cuando llegó al espejo. Y lo vio sofocante y tan claro. Lo evita y con la paz ansiosa busca la salida entre los barrotes de la jaula, el lugar donde dejó su cara y el alma escurre donde la música nace, el camino a casa, su verdadera voz. Ella no lo sabe pero podría ocurrir ese milagro. Algo que suceda y la haga encontrar el viejo camino en medio del bosque muerto. Un momento de claridad en medio de tanto destello. Cuestión de casualidades; caer en el sueño correcto y despertar en medio del tornado volviendo a nunca jamás. Saber en dónde despertamos, creer fervientemente ¿pero qué?

Sujetos dramáticamente a la física, a veces hasta en nuestras pesadillas. Alguna vez leí “los cuerpos cuya densidad relativa es menor que la unidad, flotan en el agua”. Por mucho que Amy quiera permanecer en el fondo y semiconsciente, no tiene fuerza para mantenerse bajo el agua. Quizá guardó aire en los pulmones antes de hundirse. Sale de en un salto, tose, probablemente le duela. Se siente mal, muy agitada, trata de normalizar su aliento. Cubre su rostro con sus manos. Si lo pudiera ver, tal vez lo notaría algo cambiado. Amy sonrió.

No logra cerrar los ojos acostada en esa cama. Mantiene esa sonrisa diabólica de iluminada para ella misma. No deja de pensar y tratar de resentir lo que le sucedió durante la ducha. Cuando estuvo debajo del agua algo la mordió, la tocó. Entró por sus oídos y dulcemente la enveneno. Si ella hubiera querido matarse existirían métodos más fáciles. Una variedad perturbadora en la que Amy podría pasar bastante rato pensando pero que no hace ahora que tiene esta sensación de vértigo controlable. Algo que le pasó al borde de la asfixia. La escucharías tararear vagamente una canción si estuviéramos a su lado ahora. Un par de horas después dormirá un poco. Desde este punto ya no puedo sentir a Amy igual.
Probablemente no haya cambiado mucho estos días. Sin embargo puedo notar que sonríe más seguido. Pasa un poco más de tiempo maquillándose y eligiendo la ropa que usa. Supe que reintentaría la prueba de aptitudes al siguiente año. Compró un caballete, marcos, lienzos, pinturas, pinceles. Pasa mucho tiempo con un par de amigas. Sale a correr por las mañanas, muy temprano. Escucha más música y sigue poniendo mi canción. Algo sucede que ya no soy capaz de saberlo desde aquella noche en el baño. O es acaso que esté tratando de negarse a sí misma el miedo que sentía. O tal vez en realidad... Está distinta a aquella Amy agonizante.

Es fácil caer en el terreno de la especulación y los “tal vez”. Así que “tal vez” Amy es libre y lo comienzo a creer. Tal vez crea en los sucesos inesperados y saboree los sonidos y escuche los sabores. Quizá pinta esas notas y escribe paisajes de electro/colores. Probablemente descubra caminos inesperados en las pálidas calles que siempre caminaba. Tal vez sabe lo que vendrá y quiere verlo llegar. Tal vez descubrió que ella es la única dueña de sus infinitas probabilidades de ser aire. Quizá sabe algo que deseo saber.

Pero no lo sé.
Esta noche va a suceder. Vendrá a verme tocar. Llamó a sus amigas y quedaron de venir al concierto en el que tocaré. Amy lucirá feliz. Sé que está aquí en el auditorio. Tanto ella como yo esperamos el momento. Quizá sea yo el que más quiere conocerla. Es que…
Nunca he entendido qué es lo que hago. Traje a toda esta gente a verme aquí arriba. Yo aquí preparado para iniciar el concierto y no tengo más que una muy pequeña idea de qué es lo que rasparán las cuerdas de esta guitarra. Aún no sé qué es lo que grazno en cada canción, qué es lo que les gusta a estos chicos de mí música ¿Porqué están aquí? Empiezo y mientras lo hago sé que yo hice estas letras. Compuse los acordes. Armonicé y sonó genial. No niego que me guste. Pero creé a un monstruo que no conozco, nunca llegué al pozo por él. Ingenuo yo. Sólo apareció en mi cabeza y lo extirpé, lo escribí en pentagrama, le inventé rimas y lo hice andar. Pero no estaba en el fondo ¿Me entiendes? No llegué a ese lugar en donde está Amy. Ella lo hizo. Tiene mi alma escurriendo de sus oídos. Y no la puedo distinguir aquí. Quisiera encontrarla entre esta pequeña multitud. Saber que me está observando llena quizá de sorpresa, quizá de decepción. Que viniera conmigo sólo un rato, sólo un rato y me contara en secreto qué hay ahí en el verdadero lugar donde nace la música, con los ojos oscuros y apenas abiertos, con gesto genialmente neutro para la ocasión o con esa sonrisa malévola de iluminada. Que me haga entender por fin qué hay de especial en mí. Así como la he imaginado cada vez que toco mis canciones y creo que yo también puedo soñar. Ser libre. Si es que Amy existiera… Aunque sé que no es así. Esta noche debe de ocurrir.

Texto agregado el 16-12-2009, y leído por 70 visitantes. (0 votos)


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