REGRESO AL ORIGEN
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Detrás de los ojos tristes de mis muñecas, sentí huída la infancia.
Fue hace tiempo... cuando aún caminaba sobre las baldosas negras y blancas del patio, detrás de la vieja mampara de vidrios rojos y blancos en la galería interior. Y entre esos colores, (como entre los grandes macetones del patio) estaba la presencia constante de Mamagrande, mi abuela.
Pero los ojos de mis muñecas ya no me reconocían, pues no era más una niña.
Entonces abrí la puerta de la calle y vi al mundo de afuera : caras y más caras, hombres y mujeres... ¡con aridez en sus rostros!... Sin embargo los seguí, buscando todo cuánto entre las viejas paredes habíase agotado.
Caminé por las calles de esta ciudad demolida. Entre las frías montañas de cemento armado, entre el dolor desamparado de los bellos patios coloniales destruidos. Entre las raíces crujientes de inmensos árboles carolinos cercenados en la avenida del parque.
Caminé sin rumbo por un escenario doliente y agraviado, bajo luces del alba que amaneciendo, esculpían fantasmas entre cenizas y ruinas. Piquetes de albañiles arrasaban frente a mí, todas nuestra antiguas galas.
La modernización ciudadana imponía ahora un silencio de sombra.
Rojas llamaradas envolvían autos incendiados, cubriendo con tétrico fulgor al viejo escenario, inmerso en el caos. Bombas, subversión y represión... aunaban su violencia a la demolición descontrolada.
Y los fantasmas del mundo criollo, calmo y provinciano, evadíanse huyendo por la Cañada.
La coqueta ciudad colonial yacía en llamas, amputada por dos violencias opuestas y diferentes, que generaban el mismo drama lacerante. ¡Y decidí huir! Buscar mis rincones olvidados, para refugiarme en ellos.
Y cuando quise volver hasta mi vieja casa , sólo encontré un velo negro y la mirada cansada del reloj que ya no tenía cuerda ...Y quise ser una baldosa más... un ala más del zorzal negro ¡pero hasta el zorzal de Mamagrande, habíase ido ya, hacía mucho tiempo!
Entonces busqué en los valles, en las quebradas de aquellas serranías que me vieron recorrer en otro tiempo, sus caminos sinuosos sin prisa ni dolor. En los paisajes saturados de mica, en las rocas de basalto, en los copos dorados del aromo.
Y caminé largo tiempo hundiéndome en una larga tarde gris, de invierno. Entre obscuras noches citadinas, entre el bullicio ensordecedor de los nuevos impulsos, junto a una multitud fugaz que deambulaba, detrás de la añoranza.
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Hoy, la ciudad ya está en calma. Se restaura y se olvida. Concluyó la violencia y el pánico ha abandonado al fin nuestra calles. Se recuperan bellos edificios coloniales, salvados de esa demolición salvaje.
Y luego de cruzar el aire de la ruta, he podido volver hasta mi origen.
He vuelto a recordar los tiernos ojos de mis muñecas y mirar con calma los rojos atardeceres de puente a puente. He vuelto sentir otra vez, las cabritas montaraces tirándome de los flecos de mi poncho blanco. He aspirarado nuevamente la fragancia perdida, entre los yuyos serranos del entorno.
He vuelto a sentarme detrás de la mampara con vidrios rojos y blancos... Y he sentido al volver, junto a mí a Mamagrande...
En un regreso sin regreso, en una vuelta a mi origen desde lejos. Sin volver físicamente, sino en espíritu...
Pero a tu lado.
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Alejandra Correas Vázquez
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