Érase el hombre con vida más feliz que había en navidad. Hubo que mencionar que aún estaba vivo porque todos sabemos que hay almas errantes que son muy muy felices, y no sería justo para ellos que los ignorara como muchos hacen en estos tiempos.
Como era el hombre con vida más feliz que había en navidad, su árbol de pascua debía ser el más grande, el más opulento, el más luminoso, el más alegre, el más navideño de todos. Podríamos imaginarnos que el pino en cuestión sería casi una monstruosidad, un animal barroco con miles de ojos, y tendríamos razón.
El hombre con vida más feliz que había en navidad perdió dos cualidades casi esenciales de su descripción, primero perdió su felicidad y luego su vida. No sólo perdió su felicidad sino que peor aún, ganó mucha tristeza, como un millonario que aparte de perder su dinero queda lleno de deudas, y en este caso, el alguna vez hombre con vida más feliz que hubo en navidad necesitaría mucha felicidad para pagar sus tristezas, y tal como lo hizo aquel millonario, determinó que la única solución a la banca rota, sea de felicidad o de dinero, era colgarse.
Mientras el millonario usaba una cuerda de la más fina seda oriental, el hombre con vida más feliz que hubo en navidad usaba una guirnalda de luces navideñas rojas de tan mala calidad que si no hubiera muerto por la falta de aire, lo hubiera hecho por el incendio que causaron las pelotitas rojas y azules que le adornaban el cuello y el resto del cuerpo.
Así sin quererlo se transformó él en un árbol de navidad, y de haberse visto se hubiera convertido en el hombre sin vida más feliz que hubiese en navidad, pero todos sabemos que quienes se ahorcan no pueden ver sus cadáveres jamás. |