E l nene termina su siesta y su madre le tiene lista la mamadera, la cubre con una servilleta y entre arrumacos levanta al nene de la cuna y se dispone a cambiarle los pañales. Al desvestirlo interrumpe lo que le canta y exclama:¡Uff! y con este calor y estos cuartos de madera que reciben por horas el ardiente sol.
Lo limpia y lo besa. Se lava las manos en la llave que gotea y acomoda su bebe para que se alimente y le dice: Esperaremos al papà y te llevaremos a la plaza. Por Dios que calor hace en estos cuartos.
Siente voces y es su marido,que llega con algunos amigos que entre risa invaden su comedor-cocina.

Ella lo mira desilusionada y el le dice: La cancha estaba cerrada, no hay agua y no vinimos a hacer una pequeña merienda con gasto prorrateado, unos sanguchitos y una cerveza debajo del parrón de la mamá y se van, iremos a los juegos, un poco de paciencia.
Luis y el compadre Beto se encargaran de prepararlos. Mientras unos sacan la cuenta otro se dedican a partir el pan, Alberto abre el paquete del fiambre, justo entra René y huele, espantado, sin discreciòn alza la voz :
-¿Dónde compraron el fiambre y no se dieron cuenta que tiene mal olor. Todos se miran y Lilia, avergonzada se asoma por un lado de la cortina, con algo en las manos y afligida dice: - -Disculpen, había mudado al niño. Es que el espacio es tan pequeño. Y hace tanto calor.
Se escuchan carcajadas y disculpas y por supuesto que es otro el avergonzado.