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LA TERCERA PUERTA

Este era un sitio inhóspito, rústico, muy solitario.
Sus habitantes se asentaron allí, contra todo pronóstico, en el límite de la desventura.

Los hombres ganaban su sustento con la pesca diaria, pero era muy poco lo que solían vender, más bien se alimentaban de lo que pescaban, y del plátano, era lo único que se daba naturalmente.

El solo nombre de aquel sitio, producía miedo, LA TERCERA PUERTA, ¿cómo podría llamarse un sitio así?... ¡ Por Dios ¡ que funesto sonaba, algo así como el tercer ojo... en fin.

Las mujeres eran laboriosas y tenían sus hijos medianamente limpios, y alimentados con lo que se podía.
Pero allí no había nada. Ni una flor. Como dije antes, solo la pesca y el plátano... eso era todo. El mar era un botadero... tanto que se había retirado muchos metros de la playa, dándole carácter de aridez a todo aquello.
Los hombres debían alejarse cientos de kilómetros para lograr una buena pesca.

Así, transcurrían los días. Aquel caserío parecía maldito. Cada día, todo empeoraba.

Un día, vieron a lo lejos un jinete, el paso del jamelgo levantaba una nube densa de polvo... y opacaba más la situación. Se trataba de un hombre, de mediana edad, fuerte y con cara bonachona. Se apeo de su caballo, y preguntó:

- Buenas tardes. ¿ Cómo se llama este pueblo?-

Una de las mujeres le contestó:

- LA TERCERA PUERTA -

A lo que respondió:

- ¿La qué?... ¿Tercera Puerta?... ¡Por favor! ¿ Qué clase de nombre es ese? -

Ninguno dijo nada, solo lo miraron con una mezcla de humildad y desconcierto. El hombre bajo de su caballo y...

-¿Pueden proporcionarme alojamiento por unos días?

Nadie respondió...
De pronto alguien dijo:

- Vea, aquí no hay nada que hacer, solamente pescar y sobrevivir, es un sitio moribundo, sin recursos, pero nosotros no tenemos donde ir... es todo lo que tenemos.-

El visitante lo mira inquisitivo y dice:

- ¿ Me puedo quedar? O tienen problema con mi presencia...
- No( dijo el hombre), problema no hay, solo que nos morimos de hambre, y nadie viene por aquí –

El visitante:

- Entiendo... no importa, me quedo, y no se preocupen por mi alojamiento, yo me encargo de eso, sigan tranquilos en lo suyo. –

El hombre cabresteó su caballo, y camino hasta llegar a unos cocoteros secos, cerca del mar. Allí amarró el animal, bajo sus cosas y comenzó a armar su alojamiento.
Fue cortando y amontonando las palmeras secas, varias de ellas. Más allá encontró troncos y con su machete les fue dando forma.
Esa primera noche, durmió a la intemperie, las siguientes también... hasta la 10ª. Noche. Ese día en que sería su décima noche... terminó un kiosco pequeño, pero cómodo, donde guindaría una hamaca, un mosquitero e improvisaría un baño y una especie de cocineta.
Había terminado su obra. Se había alimentado con carne seca y galletas que él traía. El agua la tomo de la peña...

Los habitantes curiosos, admiraban el kiosco, le había quedado muy bien. Esa noche se sentaron todos a conversar, al calor de una fogata... y el visitante preguntó:

- ¿Nunca han intentado sembrar algo, para alimentarse mejor? –

Le contestaron que no, que allí todo era inútil, que habían hecho brigadas de aseo al mar, que habían sembrado cerca de donde nacía el agua... y nada, solo plátano... y pez.

El hombre esa noche no durmió pensando en algo que se pudiera hacer al respecto, por eso al otro día sé levantó temprano... y llevó unos granos de maíz que tenía consigo, preparó un pedacito de tierra cerca al nacimiento de agua, y sembró aquel maíz.

Pasaron los días, y el hombre cuidaba su cultivo, pero las maticas morían al llegar a cierta altura. Trato toda clase de estrategias, pero nada funcionaba.

La desesperanza se apoderaba de él... cuando una idea, para él genial, pasó por su cabeza. Rápidamente, tomo un carbón mineral... y se fue a las afueras del pueblo. Arrodillado escribía sobre una inmensa piedra.
Cuando terminó, tapó la piedra y se fue para el pueblo...

Cuando llegó los reunió a todos y les dijo:

Mañana a las 6am. Los espero en las afueras, cerca de la piedra donde me vieron hoy.

A todos les extraño, pero al otro día, llegaron puntuales.

Cuando estuvieron todos, les dijo:
- Bienvenidos, estos son los límites de nuestro pueblo, si señores... nuestro pueblo, de ahora en adelante es un pueblo hermoso para todos nosotros. –

Le miraban y no decían nada, solo esperaban, para saber que había debajo del costal, que tapaba la piedra.

Entonces levantó su mano y la descubrió: y allí decía...

LA TERCERA PUERTA, luego de este título, dibujo una hermosa puerta y después de la puerta decía: EL CIELO.

Alborotados todos preguntaban al tiempo. ¿ LA TERCERA PUERTA, es el CIELO?

Si (contestó el visitante), efectivamente la TERCERA PUERTA es el CIELO, y de aquí en adelante las cosas para nosotros cambiaran.
Un cielo tiene hermosos paisajes, y ricas viandas...

Alégrense el mal momento pasará... tenemos un pueblo diferente desde hoy.
Estamos en el cielo.

Texto agregado el 15-06-2004, y leído por 137 visitantes. (0 votos)


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