REFLEXIÓN DE LUCAS.
Me encanta ir a Maschwitz a casa de mis abuelos maternos. Ellos son muy buenos, bueno, no tan la abu, es un poquito rezongona, pero es a la que más caso hago, pues cuando se enoja truena tormenta. Además como los conozco hago lo que me pide cada uno. Así logro estar en armonía cuando estamos juntos. Lo que contaré a continuación es algo que viví y que me pasó con la más protestona.
—Lucas al baño —grito la abuela.
—En seguida voy —respondí.
—Después que termine de bañarme —pregunté— ¿Podré seguir jugando?
—Vamos por parte.
Estos comentarios de las personas mayores me dejan pensando.
—Decime sí o no, pues así ordeno los chiches.
La abuela miró el reloj ya estaba anocheciendo y me respondió:
—Mejor guárdalos, hace frío y no habrá más juegos.
¡Uy dios, los deberes! Pensé. Entré al baño, la lluvia tibia caía, el toallón en la toallera, el talco, la colonia, el jabón, el peine, desodorante, todo ordenado esperándome, hasta el pijama y las pantuflas. Levantó la tapa del wc, hago pis y algo me sucedió que pegué un alarido asustado.
—Abuela, vení pronto.
—Voy, ¿Qué te pasa —quiere saber.
—No te asustes, pero quiero decirte algo.
—Bueno te escucho, decime
Guarda silencio la abuela y continúo:
—Estaba haciendo un meo cuando de repente el pene me hizo; ¡pspspsplof!
Por eso te llamé.
—Eh qué me estas hablando —dijo sonriendo— se volvió loco.
—Noooo abuela —se tentó de risa la abuela y me tentó a mí también.
—Quédate sentada en el inodoro mientras me ducho. Comenzamos a charlar, había olvidado el motivo por el que la llamé. La sólo presencia de ella me tranquiliza y me da seguridad. Salgo de la bañera toallón en mano, me secó, talco en los pies, todo en silencio bajo su atenta mirada y me pregunta:
—El incidente por el que me llamaste ¿había sucedido antes?
—No. Por eso te llamé.
—Mira Lucas esto que te paso es algo normal y natural, crece todo tu cuerpo, vos no te diste cuenta, eso es bueno que ocurra, sólo tenés que estar atento, cuidarte, respetarte, higienizarte siempre como lo hiciste hasta ahora y veras que todo será proporcionado.
—A ver, mostrarme tu mano abierta, encimó la mía y así descubro que eso es cuando me dicen que rápido crezco. Gracias abu por tranquilizarme.
—Mejor háblalo con mamá, ella te explicará estas cosas del crecimiento.
—Pero te entendí perfecto —le digo inseguro. No quería perder esa confianza lograda además sería un secreto compartido, en el que aprendí que puedo contar con ella, ya que en mis pocos años, pronto cumpliré diez, jamás le escuche decir mentiras. Y que las cosas son tal cual y como las dice:
—Al pan, pan y al vino….como quiera llamarlo.
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