Quizás ya nunca nos llamen
en los recovecos
los duendes,
esas migajas de dulzuras
dispuestas a narrar
y los espíritus de la fronda
nos acompañen
con sus burlescos silbidos
en los atardeceres
bajo las sombras de los nogales.
Quizás, también,
no nos rocen los fantasmas,
ni los espejos nos hablen,
ni tampoco la ventanas
nos engañen con sus olores a rancio mar
o las paredes nos despisten
con sus humedades de históricos tugurios
o sucios burdeles.
Quizás ya no importe
ni nos asombre que sea así.
Entonces será probable
sentir que el alma
se nos envejeció
sin darnos cuenta
y el niño que cobijábamos
como un tesoro irrenunciable
murió.
Entonces sabremos, indefectiblemente,
que la muerte se nos instalo
en la vasija hueca del alma.
Así mismo, que lentamente la metamorfosis
nos dejará ir construyendo
en los recuerdos.
•
Texto agregado el 15-06-2004, y leído por 173
visitantes. (1 voto)
Lectores Opinan
19-06-2004
Una construcción magnifica y real para muchos de nosotros. gatelgto
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