Hoy a la mañana, al finalizar una clase, se me acercó un joven alumno que se asoma a nuestra hermosa Comunidad de cuenteras/os y me entregó una carta. Con su permiso la publico aquí en la página. Por su profundidad y belleza. Refleja una experiencia vivida, dolorosa y profundamente humana. Solamente he suprimido los nombres propios de personas y Ciudades, por razones obvias (con la excepción del nombre "Alexis" y "Christian"). Quizás a alguno de los amigos y amigas que la lean, puedan gozar de la misma. Gracias Alexis por tu carta y por el portentoso testimonio de tu primo Christian. Máximo, Islero
Querido Islero, hermano:
Sólo tenía juegos y esperanzas....
Solo albergaba llanto para un día.
¡Y aquí todos vivían entre lanzas!
(Martín Descalzo, “Testimonio del pájaro solitario”)
Iba leyendo tus cuentos de un tirón. Pero cuando llegué a “YO MATÉ A MI HIJO” me detuve de golpe, no podía continuar.. Me había dado una puñada en la nariz y me dejó llorando para adentro un buen rato. No conozco el dolor de padre, pero ví uno muy de cerca y quise compartirlo. Tomé la determinación de escribirte. No sé muy bien porqué, si sirve de algo, si tiene sentido (al menos el diálogo se basta por si mismo) pero hay cosas que ya no puedpo expresar s no lo hago por escrito. En fin, quiero presentarte a una persona maravillosa, incomprensible, que me iluminó la vida y sigue iluminándomela mdesde los Campos Elíseos.
Christian era mi primo (es mi primo, pero ahora es muchas cosas más, grandes y altas, que yo no alcanzo a vislumbrar) y era un muchacho alegre y simple, conversador y fiel.... Se le había concedido el don de la amistad. Cuidaba de sus amigas y amigos como se cuidan flores delicadas, abonándolas, regándolas y también podándolas, pero nunca sin ahogarlas y sin exigencias de adoptar formas caprichosas: junto a él se respiraba el aire límpido y dilatado de la libertad.
Era el tercer hijo de H. Y G. Pero los dos primeros habían muerto de peqieñitos y la madre jamás pudo volver a ser feliz por completo: se diría que a su sonrisa le faltaban siempre dos centímetros. Después tuvieron dos hijos más: J. Un muchachito avispado y E. Una niña grácil y silenciosa. Vivían en una de esas torres de cemento que rodean la ciudad Equis. El trabajo del padre les permitía llevar una vida mas bien humilde mientras la madre se dedicaba por completo a sus hijos. Siempre hubo algo de cristianismo en el aire, pero nada muy firme, más bien como esa herencia familiar que se transmite con el apellido.
...Christian y yo teníamos casi la misma edad (ahora él es niño para siempre) y creo que de alguna manera cada uno llevaba siempre algo del otro. Teníamos la pasión de la fantasía, de los cuentos, de las historias de amor, de las aventuras de capa y espada....El tenía especialmente un gusto por la música, por los paseos con los amigos y amigas, por todo lo que las riberas entrerrianas tienen de hermoso y poético, en fin, lo que brillaba en él, en sus ojos, en sus expresiones, era la pasión por la vida, la Vida sin más, en todas sus manifestaciones.
Cuando cumplió diecisiete años todo pareció derrumbarse. Los dolores de cabeza, antes ocasionales, se concentraron en un solo y único latido ensordecedor que no lo dejaba ni de día ni de noche. El informe médico cayó como un latigazo: un tumor maligno había estado desarrollándose en la base del cerebro desde su gestación.
El tratamiento comenzó a jugar una carrera contra los síntomas que se multiplicaban: la vista nublada, pérdida de equilibrio, períodos de inconsciencia, tmores incontrolables de manos y pies, convulsiones. En uno meses estuvo reducido a un estado semejante a un niño. Apenas si podía hablar, se hacía entender por señas y había que darle de comer en la boca. Finalmente los médicos se decidieron a realizar una operación arriesgada. Si sobrevivía podría recuperarse por unos cuatro o cinco años, pero nó más, y la muerte sobrevendría sin falta.. Los padres recurrieron a cuanto cura sanador y virgen desatanudos andaban dando vueltas derramándose en una fé desesperada. Dios tuvo piedad y les devolvió a su hijo no por cuatro o cinco, sino por nueve años más. En esos años Christian recuperó el habla, la vista, la sonrisa, el paso ágil y decidido. Pudo hacer lo que escribió una amiga:
Como yo no podía esperar a la muerte, Ella, amablemente, esperó por mí (Emily Dickinson).
Sin embargo, Christian no salió el mismo de esa experiencia, volvió más reflexivo, más callado, más atado a las cosas concretas, sonreía más a menudo, perdonaba y disculpaba a todos y por todo. Se hizo más hijo de sus padres, más hermano de sus hermanos, más amigo de sus amigos.
Estudió magisterio y consiguió un primer remplazo. Las tardes de verano reunía a algunos gurises del barrio para contarles cuentos (era un excelente narrador) que él mismo componía. Pero un día se olvidó el final de una de sus historias...los chicos se quedaron en suspenso. Allí estaba otra vez el dolor, el fuego, los tambores en la cabeza. Volvió a su casa trastabillando. La pendiente hizo la caída rápida, pero la agonía pareció infinita. El mal se había se había ido extendiendo y entrtejiendo como una corona de espinas alrededor del cerebro. Los médicos lo habían asegurado, sería lento, pero sería el fin.
En busca de tranquilidad la familia se mudó a un pueblito cercano, en el que el tiempo parece avanzar en calesa, el cielo es más azul y el aire está poblado de trinos.
La postración, la inmovilidad, las llagas, las convulsiones, el dolor infinito deno poder caminar, él, que amaba los paseos. Los padres perdieron las fuerzas, la fe, y comenzaron a enfermarse. Los hermanos, como sombras, ayudaban en la casa e iban construyendo sus vidas casi a espaldas de los padres, vueltos permanentemente hacia Christian. Fue entonces cuando llegó Teresita.
Nota de Islero: Alexis en un paréntesis hace un largo excursis sobre Teresa Martín: Teresita...y su espiritualidad, sus sufrimientos, noches oscuras y su muerte. Evito el excursus con todo respeto, puesmerece un comentario muy especial. Es un alimento fuerte el que nos brinda el joven Alexis
De repente, en tres días consecutivos, tres personas que no se conocían entre sí, le acercaro a Christian una medalla, una estampa, y un libro de la vida de la Santa. Aunque sus padres se lo ocultaban por todos los medios él sabía que el desenlace estaba próximo. Sabía que Teresita estaba junto a él para ayudarle a dar “el gran salto sobre los abismos”.
Christian ardía con un fuego secreto del que pude vislumbrar un poco. Me allegué a visitarlo y hablé con él por última vez. “Ah, que no daría yo por poder caminar unos pasos, en la calle, al sol! Por eso les digo a mis amigos cuando vienen a verme: agradecé cada paso que das...En fin, estoy así, lo acepto y lo ofrezco. Claro que cuando el dolor se hace insoportable puteo a todo el mundo, incluido Dios, pero después se me pasa y sé que Él me entiende y me perdona y lo amo más porque veo que Él también está clavado...es un Dios que sufre conmigo”.
La fé de su infancia había brotado de golpe como una flor nocturna y exuberante. En silencio, vivía una espiritualidad del martirio secreto, que es el más alto sacerdocio: ofrecerse a sí mismo....Una noche, en uno de esos momentos de inconsciencia, comenzó a recitar las plegarias de lamisa, incluída la consagración, como si fuese un sacerdote: los padres, entre admirados y espantados, sin comprender del todo, respondían en voz baja, como presintiendo el misterio.
...Ayunaba los viernes ante la incomprensión de su madre. Por las noches le pedía a su padre que encendiese una velita en su mesita de luz donde tenía unas imágenes de la Virgen y Nuestro Señor.
- “¡Qué vida de mierda, hijo”, le dijo un día el padre, agotado, al límite de sus fuerzas.
- “Nó...La vida es hermosa, papá”, y lloraron los dos, el hijo acariciando el pelo entrecano del padre con la única mano que aún podía mover.
Cerca del final quiso despedirse de todos.. Conservaba la lucidez a pesar del cuerpo desvastado.. Pedia disculpas por las molestias. Agradecía a todos con una sonrisa...Murió como había vivido, a los veintiséis años, fiel su nombre. Christian!.
Se puede decir de él lo que él mismo escribió a propósito de santa Teresita:
Cuando la flor de tu vida se marchitó, Dios la desojó y la devolvió al mundo convertida en pétalo de luz.
No sé muy bien porqué te he escrito todo esto, Islero. Ni siquiera creo que tengas el tiempo de leerlo. Pero no puedo evitarlo. Para mi Christian es un testigo. Me ha enseñado más con su corta vida que todos los libros que he leído. Me ha enseñado a vivir y a morir...
Alexis, el peregrino
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