Aquella mañana amaneció soleada, pero algo fresca, me levante de súbito y con un energico restregar de ojos me quise poner en pie para que no me venciera la pereza.Habiamos dormido toda la noche al lado del lago y algo de frio rocio de la mañana me hizo erizarme los cabellos y saltar en dos zancadas a la cabaña a por unas suaves mantas de lana que tenía allí resguardas… volvi corriendo hacia la orilla del lago a despertar a Toño que muy probable del pedal que tenia por la resaca, todavía estaba recostado y parecía hasta comodo durmiendo… pero ya habíamos dormido bastante y llegaba la hora de ponerse en marcha y también de las explicaciones… era algo que no me apetecía nada que llegara… el ponerme trascendental y el hablar sobre mi situación a Toño, me hacia sentir muy mal… realmente me agobiaba…
Por fin le eché valor y le zarandeé un poco en el hombro hablandole al mismo tiempo:
-Toño, amigo, son las 8,00 de la mañana y …
-Madre mía ( dijo toño incorporandose un poco y poniendo una mano sobre sus ojos, por la inminente luz del sol que asomaba), pero (dijo), hombre podriamos haber dormido en la cabaña, aquí hace demasiado frio y…
-Si, si, lo sé.. amigo… pero ahora ya da igual…
Mira los planes de hoy, es acercarnos al pueblo por provisiones, iba a ir ayer, pero bueno… te vienes y mientras hablamos.. que te parece?
-Bien socio ( dijo él con un tono un poco más animoso9 TU ERES EL JEFE!
-Así me gusta “JAGO” (jago era un mote de guerra de que cuando estaba bromista toño)
Mira amigo, vamos a coger ese sendero.. tardaremos media hora en ir al pueblo.. es un atajo y de paso desayunaremos allí..
Nos pusimos en camino. El sendero era fácil de seguir, y más con el día tan soleado que teníamos. Toño estaba muy callado, cosa rara en él. No sé lo que estaría tramando, pero imaginaba que me lo contaría durante el desayuno.
Una vez llegados al pueblo nos dirigimos a la taberna local, donde sabía que nos prepararían un desayuno a la altura del hambre que teníamos después de la ‘fiestecita’ de anoche. Toño seguía perdido en sus pensamientos…
- Toño, ya me imagino lo que querrás decirme…
- Alejandro, déjame hablar a mí primero, antes de que me arrepienta de lo que quiero decir. Mira, no te voy a engañar. Pensaba que estabas loco, que algo te había transtornado, y que querías escapar y tener tiempo y espacio para pensar. Pero después de haber estado aquí contigo, con este paisaje, este clima, esta paz, ¿sabes lo que te digo? Que puedo entender que seas feliz aquí y que no quieras volver. Así que no voy a insistir más. Yo ya he tenido el placer de tu compañía y he comprobado que sigues siendo el mismo de siempre, bueno, quizá no el mismo, más sabio y más en paz. Así que con eso me voy feliz. Sabes que te echo muchísimo de menos, pero dejo a tu elección si quieres volver o quedarte. Como amigo tuyo, y espero que de los buenos, deseo tu felicidad, sea de la forma que sea.
La verdad es que las palabras de Toño casi hacen que se me salten las lágrimas. Me levanto de golpe y le doy un abrazo.
- Toño, te prometo que lo pensaré bien. Pero una cosa tengo claro. Antes de tomar cualquier decisión debo terminar una cosa.
- Sigues con lo de la montaña ¿no?
Me quedo callado y no contesto. Los dos damos buena cuenta del desayuno. Más tarde vamos a la tienda del pueblo y compro provisiones suficientes. Al salir Toño me mira fijamente, como si grabara mi imagen a fuego en su cerebro, y me dice:
- Bueno, es hora de que me vaya!
Creo que sé porqué precipita su marcha. Debe pensar que cuanto antes me deje, antes tomaré yo mi decisión. Así que no pongo las cosas más difíciles.
- Entonces hasta más ver Toño. Dales recuerdos a todos y diles que aunque no lo crean pienso mucho en ellos.
- Anda ya, mamonazo, sólo lo dices para quedar bien. No te preocupes, se lo diré de todas formas… Me voy ya, que ya sabes que no me gustan mucho yas despedidas…
Y sin más se gira y se dirige lentamente hacia la salida del pueblo.
Es curioso, pienso, que he estado sólo muchos días en mi ‘sitio’ y no había sentido esta congoja que tengo ahora en ningún momento. La visita de Toño ha reabierto la herida del motivo de mi marcha, y ya no dejo de pensar en ello todo el camino de vuelta.
El resto de la tarde lo ocupo preparando todo para el viaje de mañana, que espero sea el definitivo.
Me acuesto temprano, ya que quiero salir antes del amanecer. Aunque al principio creo que me va a costar dormirme, antes de que me de cuenta ya está amaneciendo.
Me desentumezco y recogo las cosas que me voy a llevar (lo imprescindible). Miro al cielo y sé que hoy hará un día espléndido. Al menos en eso me acompaña la fortuna. Empiezo a andar, pero me giro un momento a observar mi cabaña, mis bártulos, todo este lugar que ha sido mi hogar y mi refugio durante tanto tiempo, y que ahora dejo atrás, en busca de mi destino: ¡la montaña!
Lo que ocurrirá después es un secreto que queda entre la montaña y yo…
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