U N J A C A R A N D Á P A R A T A N I A.

Por extraña coincidencia de todos los colores de esta primavera, el morado fue el que tuvo más protagonismo en la despedida de Tania.
En este tiempo de Adviento los ornamentos del sacerdote son de ese color, así ataviado el padre, ofició la santa misa y sus palabras fueron un bálsamo para mitigar el dolor de los presentes.

Poemme llegó a la iglesia con un enorme arreglo de globos morados fosforescentes.
En casi todo Santiago hay calles que se embellecen con los jacarandá florecidos y es un deleite para el alma verlos llenos de capullos púrpuras. El viento del atardecer se entretiene revoloteando entre sus ramas y deja caer cientos de farolitos que tapizan las aceras con ese inconfundible color.

Talvés Tania quiso tener uno propio, que alegrara el paisaje de su último hogar.

La consigna fue atar un poema o reflexión a cada globo y una vez que los hubiéramos leído, todas a la vez los soltaríamos para que surcaran el espacio llevando hasta el cielo nuestro postrer homenaje a nuestra querida niña. Pero ella ya lo tenía decidido, tendría su propio jacarandá alegrando su mirar. Ya que en el momento de soltarlos todos se elevaron y quedaron aprisionados en las ramas del árbol que estaba al lado de su tumba.

De verdad fue sobrecogedor ver a ese solitario árbol que de pronto se vistió de fiesta con tanto corazón morado suspendido, ostentando cada uno como pendón un blanco poema de las que disfrutamos de su amistad.

Y ese es el más hermoso jacarandá de esta primavera, con sus flores moradas con forma de corazón que en su interior guardan todos los “te quiero” de quienes fuimos a instalarla en su nueva casa.

(Leonor Leiva Abarca; pantera 1.)