Me apetecía,
tomar un disfraz de embaucador
y por unas horas ser alguién impostado.
Pensé ser dicharachero y cómico,
impertinente y magnético,
provocador de risas fáciles y contagiosas.
Pero aparecieron en mi mente
esa risas enlatadas que saludan
al Wyoming con sus arrogantes
incursiones en la sátira cómica de poco ingenio
y odio visceral y me ardieron las tripas.
Pensé en ser un actor de éxito,
altanero y altivo que arranca suspiros
ya en su primera aparición en escena,
de esos que ganan glamour
hasta vendiendo cafeteras por televisión.
Pero no. Ni tengo talento, ni fisico, ni cartera
para invitarte a una cena en Lago di Como.
Pensé en ser cantante entonces
y no fue buena idea, mis canciones preferidas
son cantadas por tipos desarrapados,
inteligentes, sensibles y asiduos al melodrama nostálgico.
Y creeme, ni tan inteligente, ni tan sensible
como para escribir dos lineas verdaderas.
Y pensé en ser yo en mi mediocridad absoluta
arrastrando las palabras por temor a exponerlas.
Quise ser yo, mas tarde,
cuando noté que te importaban mis silencios
en un mar de sonidos confusos,
indescriptibles, como llantos de muñeca rota.
Me apetecía creeme,
pero descubri que me gusta ser yo,
individual, tonto, arcaico, barruntoso y torpe,
espeso, inexperto e incrédulo,
pero sobre todo tuyo, tuyo:
como un lapiz de colores
en un preescolar interminable.
Adoro ser yo, mi, me: contigo.
http://oscilacionespendulares.blogspot.com/ |