Uno de mis sueños fue siempre conocerme. Es que comprenderán, para mí, soy lo más importante. Y sospecho que en esto no estoy solo. Creo que somos una legión de fanáticos de nosotros mismos aunque nos pasemos la vida disimulando que no es así. Tarea difícil la de conocerse, por dentro y por fuera, me refiero. Cuando me miro al espejo me digo: ¿pero por qué no me dejo crecer el pelo y la puta barba? Por cobarde me respondo. Por no enfrentar el que dirán. ¿Qué le paso a este huevón? ¿Se alocó? Creo que es de la mayor importancia saber por lo menos, antes de morir, realmente como es nuestro verdadero rostro. Pero uno mira la muerte como algo lejano, que no va a pasar por ahora, y pospone. Sólo una vez pude hacerlo…a medias. Hacia un viaje internacional por vía terrestre con muy poco dinero y entre las mil peripecias que pase, las ampollas de los pies y el hambre me hicieron olvidar la pulcritud para dejar paso al desaliño. Pelo hasta los hombros y una esmirriada barba de 10 días adornaba mi enjuta figura de aquellos tiempos. En una frontera resulté ser altamente sospechoso de pertenecer a la guerrilla que en esos momentos pululaba por la zona. Si no eres terrorista te afeitas carajo, dijo el comisario después de revisar mis pertenencias y no encontrarme nada que pudiera involucrarme. Si habían matado un poeta, a mí que me quedaba.
Pero un día venceré mis miedos y perjuicios y me miraré al espejo, seguramente avejentado, pero seré yo mismo. Sospecho también que ese día la muerte estará rondando, cerca, muy cerca.