Es curioso como uno idealiza un prototipo de la mujer con la que le gustaría pasar el resto de su vida, empieza deseando que sea buena, aunque ese concepto a estas alturas ya es demasiado extenso, pero luego uno imagina a una chica tímida no muy alta de lindos ojos con buen humor y aficionada a las cosas a las que uno es aficionado.
Que cruel es el destino, porque luego uno conoce a la chica tímida de lindos ojos estatura mediana de buen humor y aficionada a un par de nuestras aficiones. Pero que ciego y estúpido es el que se enamora de un prototipo previamente idealizado, uno cree que que al coinsidir con un par de requisitos “sobre todo los físicos” ya encajó en todos los demás.
Y que horrible es en un buen tiempo y de la peor manera darse cuenta que uno estuvo enamorado del mal, porque resulta que ella no era tímida, si no que tenía un millón de conocidos y se había acostado con la mitad de ellos, que su humor es cambiante y que el buen humor es el más escaso en su personalidad.
Luego descubres que además finge en la mayoría de sus sentimientos, coquetea hasta con tus mejores amigos, utiliza esos ojos grandes y bonitos para robarse el alma de los hombres y debe ser por eso que los tiene tan brillantes, ya que están alimentados del brillo de los ojos de estúpidos como yo.
Lo más repugnante es darte cuenta al final que no importa el maldito prototipo, que aunque sabes que le da sus favores a cualquier gañan y le recita amores a muchos gandules, a pesar de eso sigues enamorado y embrujado por esos ojos grandes y bonitos donde uno se pierde en la inmensidad.
Y lloras en la soledad de esa inmensidad mientras te preguntas como alguien poseedora de tanta belleza, puede ser poseedora de tanta maldad, mientras te aferras a un sentimiento vació de obsesión por el mal.