"Era un día como este, corría un seco y frío viento sur, todas estabamos agolpadas al lado del fueguito que a duras penas había logrado hacer encender con unos cuantos troncos de chañar que esa mañana tuve que cortar. En ese entonces mis hijos mayores ya no vivían conmigo, me había quedado sola con tu mamá y tus tías, hacía ya un año desde que tu abuelo nos había dejado solitas a las siete. Pasabamos el invierno más duro y cruel de nuestras vidas, eran muchas las bocas que había que alimentar, y a pesar de la ayuda de tus tíos y la pobre pensión que me había dejado tu abuelo, no llegabamos a fín de mes. Así estaban las cosas por aquellos días.Esa noche nuestra cena iba a ser un trozo de chipaco y mate. Recuerdo que Zulema se disponía a cebar, cuando escuchamos el estremecedor sonido de un llanto, que parecía venir del fondo de la casa:
-Mami parece el llanto de un bebé- dijo Lucía visiblemente asustada y a pesar de que yo también lo estaba, junté coraje y salí a ver armada con el hacha que había usado esa misma mañana.
-¿¡Quién anda ahí!?-pregunté con voz firme y fingiendo enojo. Ni bien termino de preguntar, siento en mis pantorrillas una caricia helada que me dejó sin habla, bajé la mirada y el llanto del bebé que intentaba aferrarse a mi, quebró el silencio de la noche al mismo tiempo que mis gritos. Mis hijas que me esperaban detrás de la puerta sal¡eron raudamente a socorrerme provistas de ollas y cuchillos, y quedaron inmoviles al encontrarse con la escena del pequeño a mis pies..."