UN EXTRAÑO JARRÓN AZUL Y BLANCO

Abuela Márgara era una persona enigmática, de las tres que
pasaron por mi vida, dejando una impronta en mi carácter.
Su figura alta, de luto extremo desde los cuarenta y dos años,
imponía respeto entre parientes y empleados de la estancia, donde me
crié con alegre libertad y sus ojos siguiendo mis pasos.
Yo fluía como un río de la vida de aquella mujer sarmentosa
y marfilina.
Gozaba mi niñez con la fruición de un cachorro cuyo objetivo
en la vida era crecer en armonía con ese ambiente idealizado.
En tiempo de la vendimia un matrimonio joven, se asentó en las
viviendas de los peones. La mujer pasó a servir en la casona,
mientras el esposo, se sumó al grupo de los vendimiadores.
La curiosidad de una niña mimada y consentida puede cambiar el
mundo en que vive de un instante a otro.
Un día de aburrido sosiego, me escurrí por las
galerías adormecidas al calor de la siesta, igual que un gato sin
sueño. Entré en el claustro oscuro de la sala principal,
aspirando los aromas frutales que emanaban los muebles antiguos.
Sobre la chimenea que dominaba el salón, un jarrón azul y
blanco despedía destellos ante mis ojos encantados. Toqué
cada objeto translucido, cada tazón de fina porcelana, las figuritas
de jade, los huevos dorados y marmóreos, las pequeñas
deidades de marfil, las piedras talladas, el sinfín de maravillas
que Margarita Santibáñez y Pedreñal había
colectado en sus viajes, hasta posar de nuevo los ojos en el fino
jarrón, que me atraía desde lo alto, como un imán de
malévolas intenciones.
El estruendo hizo avanzar unos pasos por el corredor, me escondí
detrás de las pesadas cortinas, a punto de sollozar. "El
jarrón" “chino” yacía “roto”, desmenuzado como clara de
huevo, en las baldosas enceradas de la sala.
La joven peregrina entró primero, tomó las piezas delicadas
y ante mis ojos ocultos y brillantes, en el hueco de sus manos le fue dando
la forma original, hasta dejarlo intacto. El esposo llegó minutos
después y paseando su vista por la habitación, dijo
suavemente:
-Niña las cosas materiales siempre tendrán arreglo, el amor
de tu abuela es el mayor de tus bienes-
Dicho esto ambos salieron antes que me delatara en mi escondite.
Sentí que había “robado” un instante sagrado al cielo.
La vendimia terminó y nunca los volví a ver, pero cuando fue
tiempo Márgara dejó este mundo, con la plena seguridad de mi
amor incondicional,que la había hecho muy feliz.