Te trajo la marea que acaricia mis playas,
el sol desde el poniente tu rostro iluminaba,
me quedé sin latidos cuando tus pies de mimbre
rozaron insurrectos la piel de mis arenas.

No tardé ni un momento en comprenderlo todo,
en ese mismo instante mi suerte estaba echada,
yo que he dado los naipes del amor sin mañana
pagaré mi pecado con la misma estocada.

El sueño fue imposible, la vigilia una daga,
sabía que te perdía si mis ojos cerraba,
muñequita de nácar con corazón de hielo
que triste se ha quedado sin estrellas mi cielo.

Nuestro amor fue moneda que giraba en el aire,
jugaba en tu cintura el néctar de las olas
y a tu cóctel marino que mezcla ámbar con iodo
yo le cedí mi reino, yo le entregué mi trono.

Hoy soy solo un plebeyo despojo de tu gracia,
un tonto centinela rondando tus falacias
que como las gaviotas con alas de desgracia
dibuja en los peñascos mojados por tus aguas
a veces un poema y en otras solo lágrimas.

Hallé el valor un día para decirte adiós,
lo que nunca te dije es que me fui con vos,
que mis sonrisas llevan el eco de tu voz,
que tu fuego está vivo, que me sigues quemando,
y en las banalidades de un mar sin tus encantos
con letras de llovizna desangro este aluvión.