Esto lo e intentado tantas veces, lo juro, tantas desveladas pensando cómo empezar, cómo sobrescribir en tu dedicatoria. Por que esto es sólo para ti y para mí. Cómo aquel regalo que nunca recibirás y que tanto anhelas. Aunque yo sea la del anhelo. Cómo aquel obsequio que siempre te quise dar. Y esta mañana que ya es casi el mediodía, que ya casi estoy sucumbiendo ante mi negativa de no hacerlo, ya casi, ya casi. Estoy haciéndolo.
Estamos mojados, ha llovido toda la madrugada y cuando ya íbamos a despertar seguían las gotas cayendo. Y pasé mis brazos sobre tu vientre para poder secarte, pero tú ya estabas frío y el agua ya se había derramado haciendo charcos sobre nuestra memoria. Estos es lo que pude rescatar.
Se nos abrieron los ojos, siempre cerrados, siempre cerrados y yo los observo. Por estos días no queda mucho por hacer, tu piel está cambiando, tu olor es más fingido, los rasgos en tus palabras están más aletargados. ¿Por qué serán estas lagunas? Y cómo llegamos a construir este paisaje tan Kokoshkano, y esos pliegues en los párpados debido a nuestras fascinaciones nocturnas y esa frescura en tus labios que no disfrutaba desde mi viaje a Jikamarka. Mi último camaleón despierto a quién acompaño y someto.
Horas más tarde no domino mi proceso de componer, esta impostura en las palabras, y esas imágenes sin las comas. Me importas tanto. Y yo estoy aquí haciendo carne de ti. Cogiendo la médula lírica y la fantasía epidérmica. Y ahora empiezo a aprender el amor. Malvada.
Alguien me pidió que escribiera, que coja más de la esencia, de los recuerdos, de mi desesperación contenida. Y cómo vez, hice caso aquella recomendación pero no fuiste tú el poeta que me alentó.
Ahora arrastro mi mirada para silenciarte antes de que empieces. Y espero que no huyas, pero no estas conmigo., lejano, político en tu voz, tú revelas el placer a mis ojos. Tantas veces te he observado en mi cabecera, con el color de mis plumones, con la futilidad de esa respiración que no hallo. Estas más cerca de lo que crees. Ya te he puesto en el altar de mis delicias. Discúlpame.
En cambio el otro, ese, jamás recibirá una dedicatoria mía. Jamás escuchará mis plegarias. Malvado. Así es, le abrimos las puertas a quién no quiere entrar. Llega puntual por favor. Y léeme, no me leas. Mejor escúchame, no, no me escuches, mejor siéntate y espérame. Sí. Ahí. Espérame como yo lo hago mientras tú olvidas desde tu ventana.
Palabras más, palabras menos, sin ninguna dedicación en la coreografía. Todo despeinado cómo me conociste. Cuando te vi, en tu poca serenidad, sentía que estabas vivo, qué estabas ebrio de mundo, que estabas intoxicado de nuestros paisajes. Y temí mi hazaña. Estoy en crisis. Te comparo. Te comparo. He perdido la inocencia. Malvada.
Ahora la historia. Al grano me dijo tu amigo. Amiga, no deambules en tus fantasías, es una perdida de tiempo. Yo soy una pérdida, mi amigo. Le dije.
Pero los dadaísta somos todos, y yo con estos convencionalismos insanos, debes burlarte, yo lo hago a cada momento. Exudo tanta estupidez. Este método que es y no ès. Lamento mi secularidad fáctica. Y esta obra tonta.
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