Valen todas las críticas, pero no me sirve las que siguen, es malo, es malo porque es malo, es malo porque es feo... el resto bienvenidas todas!
Arte moderno: Lo amas, lo odias, sin términos medios. No falta el que incluso compra una pintura porque es “chic”. La tiene en su casa y no le gusta, pero tampoco le tiene que gustar.
Yo, yo soy honesta. Adoro los colores en el arte moderno, adoro el uso de materiales ajenos a la pintura, en las pinturas: Sangre, sal, trozos de papel de diario, disquettes en desuso. Adoro el uso de cosas como espátulas, soldadoras y hasta maquinaria pesada para construir esa pieza de arte. Al fin y al cabo, todo es creación, es la expresión de alguien que, inmerso en su sociedad, vuelca sus sentimientos cruda, patética o meticulosamente.
En fin. Es por este loco amor, que llegué a esa exposición en Londres. Junto a otras artistas femeninas, había sido elegida como una de las representantes de Chile para el Bicentenario, con algunas de mis obras. “200 Years and One Voice: Women in Chilean Modern Art” *, era el nombre y eso nos llevó en un tour por las principales ciudades del viejo continente. Un viaje maravilloso, que ni en dos vidas habría podido pagar.
Disfrutábamos de ese gran momento para nuestro arte nacional, celebrando el Bicentenario a lo grande, mientras demostrábamos lo que este lejano país, llamado Chile, puede hacer, y lo que nosotras teníamos que decir. Éramos portada de muchas revistas, siendo yo misma la favorita de la prensa. (No sé por qué, a veces estas cosas suceden y suelo no darles importancia.)
Lo irónico de todo esto es que me sentía desmotivada. Hacía tiempo no pintaba, no escribía, nada ni nadie parecía inspirarme y todo me parecía banal y aburrido. Me sentía ahogada, desesperada y necesitaba tomar aire fresco, salir de ese lugar y conocer. Fue así como llegué a una cercana galería de arte. Nada que ver con el lugar gigantesco que le habían asignado a nuestra exposición y toda esa parafernalia de prensa y autoridades. Era el lugar de un principiante.
La atmósfera ofrecía suave pop británico, acertado toque personal.
Comencé lentamente a recorrer cada cuadro y cada escultura, leyendo sus títulos, buscando mi propia relación con el lienzo al frente. Sus colores, predominantemente, el óxido, el celeste, el azul, el blanco, una paleta de colores pacíficos, que me transportaban a un ambiente más naïve, tan distinto de lo que yo tenía que decir.
Algo extraño me decían estas pinturas. Normalmente, se miran, pero estas aquellas me provocaban algo nuevo, me daban ganas de tocarlas, acariciarlas y entender no sólo los colores, sino las texturas con las que habían sido creadas.
Me acerqué cada vez más, estirando la mano como una niña pequeña, pero sin llegar a tocar. Los acordes de “World Exclusive” de The Devils llenaban el lugar y parecía que no había nadie más en toda la galería... Nuevamente estiré la mano...
-Adelante-dijo una voz masculina detrás de mí- puedes tocar.
No sólo casi muero del susto, si no que, casi pierdo el equilibrio yendo directamente a estrellarme contra el cuadro, mientras daba la vuelta para ver quién me había hablado.
Una mano fuerte, pero delicada me sostuvo y evitando el bochorno de caerme, cuan tonta, sin contar que habría roto el cuadro.
-Gracias- le dije una vez recobré la compostura.
-No fue mi intención asustarte- dijo con un tono más tímido- Es la primera vez que veo a alguien intereso en la textura del cuadro. Leonardo Da Vinci decía que el arte también se ve con las manos, así es que, adelante, puedes tocar- dijo acariciando brevemente el cuadro que estuve a un tris de romper- es sal y óxido, interesantes materiales para trabajar.
- ¿Y tú eres?- le dije pensando en la patudez de este hombre para toquetear el arte de otra persona.
- John Brown, el humilde responsable de esta exposición.
- Un placer, soy Marilú Gutiérrez, artista- dije ofreciéndole la mano.
La expresión en su rostro fue de absoluto asombro.
- ¿La artista principal de “One Voice”? Ya he ido a verte al menos unas 10 veces. Es maravilloso lo que se hace en Chile, creo que debería mudarme para allá- agregó sonriendo.
-Modestamente...-le dije sintiendo mis mejillas enrojecer un poco. Ni los piropos de la prensa me habían puesto tan incómoda. Nunca me consideré la prima donna de una exposición donde todas veníamos por igual.
No me atreví a decir nada más…
John me invitó a recorrer su arte. Una mezcla de imagen y poemas, o poemas que componían una imagen. Definitivamente algo que no había visto antes. Él, en tanto, me divertía con anécdotas y con la historia detrás de cada creación.
La exposición en su totalidad, fue preciosa. Terminado el recorrido, descubrí lo bien que lo había pasado, independiente de mi encuentro con su autor. Me aprestaba a volver con mi arte y mis compromisos, pero me interrumpió.
-¿Un café? Yo invito.
La propuesta fue tan espontánea, tan directa, como su arte y su forma de crearlo. Ahí estaba, esperando, mirándome directo a los ojos.
- ¿Café?- dije finalmente- Sí, acepto.
Salimos y me indicó un pequeño café en una esquina. El delicioso aroma despertó mis sentidos, descubriendo de pronto que tenía hambre. Miré los muffins de arándano (mis favoritos) pensando que no era una mala idea comerme uno.
- Entonces, ¿un café y un muffin?- dijo él en mi oído.
Y sin darme tiempo para responder, compró dos café y dos muffins.
- Mis favoritos- dijo él mientras me invitaba a sentarme cerca del ventanal. Mirar la calle con un café y un artista, sería una tarde interesante.
La tarde fue de risas y anécdotas, por decirlo menos surrealistas. John tenía una forma de trabajar, que cualquier prevencionista usaría de ejemplo de lo que no hay que hacer y su amor por el arte era, a todas luces, único.
- Sí- me decía- no te rías, estuve tres veces en el hospital de urgencia porque me saltaron esquirlas de metal en los ojos, cuando hacía mis esculturas. El doctor me retaba porque pasaban dos o tres horas antes de ir, pero es que no podía dejar mi obra a medio hacer por un ojo.
-¡Estás loco!- le decía yo sin para de reír- Podrías haber perdido un ojo.
- No, aunque, no me habría visto mal con un parche en el ojo- y tapándose un ojo añadió- Un toque más alternativo, un parche pirata.
Reí otra vez.
De pronto unas chicas se acercaron a pedirle autógrafos. Mi mandíbula simplemente se cayó de la impresión, pero para él fue lo más natural del mundo. Se limitó a sonreír, firmar y darle un sorbo largo a su café.
- ¿¿¿Y bien???- dije finalmente, mirándolo a los ojos.
- Y bien... ¿qué?- me respondió, más bien como si yo le tuviera que dar una explicación.
- ¿Qué fue eso? Te aseguro que hasta hoy, no conozco un artista con groupies.
- Ah... No es nada, yo solía ser músico y mi banda era muy reconocida en Inglaterra, y hasta hoy, hay gente que aún me reconoce. Es halagador, pero nada del otro mundo.
Así sin más. Simplemente era un músico que hasta hoy reconocían, nada más. Tuve que aceptar que no habría más explicaciones que una sonrisa.
-Disculpen- dijo una mesera, de pronto- Vamos a cerrar.
Miramos a nuestro alrededor, sólo para darnos cuenta que las mesas eran limpiadas y las sillas recogidas.
-¿Qué hora es?- me dije, mientras consultaba mi reloj- ¡Oh, mi Dios! Es realmente tarde.
- No nos queda otra, Marilú- dijo John con una sonrisa- Nos tenemos que ir.
Caminamos en silencio. Uno al lado del otro. John me ofreció su brazo. Todo un caballero inglés.
-Es divertido- dijo al cabo de un rato- parece que ya nos conocemos hace años.
-Es divertido- dije, al cabo de un rato- es primera vez que conozco alguien como tú.
Ninguno añadió nada más. Era de esos momentos que denotan complicidad, algo extraño considerando que apenas lo conocí hace unas horas.
-Es acá- le dije cuando llegamos al pórtico del hotel.
- Fue un día muy especial- dijo él, mirando el piso.
- Yo también lo pasé muy bien- no sabía qué más decir, no me gustan las despedidas.
- Si vuelves a Londres, anda a verme. Siempre expongo en la misma galería, la dueña es amiga mía y...
Lo interrumpí, fue un impulso, violento, como lo son los impulsos y lo besé. No fue uno de esos besos llenos de pasión que sólo denotan ganas. No. Sólo quise demostrarle el cariño y cuánto me había conmovido. Me correspondió de la misma manera.
No dijimos nada más, sólo me di vuelta y entré al lobby. Nunca miré atrás, pero sé muy bien que me miró y sonrió, siempre sonreía cuando no había nada más que decir.
(*) 200 Años y Una Sola Voz: Mujeres en el Arte Moderno Chileno.
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