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MAMITA DE AZUL

¿Son más los días de lluvia que los de sol?
Yo diría que no.
Y para un sol con flores y cosas lindas, la lluvia pasa.
Yo lloví una vez sobre tu tierra seca sobre tu silencio árido, sobre todas tus cosas consagradas hacía mucho como un huerto y que la primavera no pasaba a recoger yo lloví y pudiste la primavera. Yo no era indispensable ni bueno, ni mejor ni sueño.
Todo tu ritual diario se detiene hora por hora sobre el sueño de lograr un sueño.
Yo te regalo ahora desde aquí mi soledad sin tristeza, mi silencio sin primavera y sin lluvia; mi huerto sin labriego que vive igual, porque donde la tierra no amamanta flores las hormigas que también tienen un lugar, hacen su iglesia. Yo no necesito lluvia para mis hormigas, pero un día se me mojaron las manos, toda mi tierra rodó crecida por dentro de campanas y me creció una flor azul donde las manos se juntan por adentro.
El mundo, para todos es una tenaz manera de ser con todas nuestras cosas, y por eso para que no tuvieras hormigueros todas mis hormigas tejieron una flor sin palabras que guardaba tu nombre como un viejo fervor.
Yo te acerqué la flor como una última manera de mi lluvia sola y el mundo te recuperó de nuevo con la espalda vuelta a la tristeza y el corazón alto esgrimido para continuar la espera que empezó tu sueño.
Gracias por haberte sido bueno, por temblarme la mano, ronca cuando te escribo, por tener alguna noche, raíces que siempre han sido piedras. Gracias por decirme gracias y por no haber sido más allá de una noche otra cosa que un sueño confuso.
A la hora del mundo todo lo que te alcance la tarde espera su hora.
Ya pasó mi hora, la hora de ser una noche, de tener una flor clavada en una piedra.
Yo también recupero mi mundo, mis calles verticales, mis trincheras mi egoísmo cotidiano mi olvido, mi mentira y mi tristeza renegada que alguna noche cuando no recuerdo que ya te he olvidado te regala su último oficio para nombrarte.
Y por eso gracias también, por regalarme esta tristeza corta esta manera de poder ser lejanía.
Yo nunca tuve raíces, y la lluvia se volvió a las nubes porque yo no uso primaveras.
Hoy por fin mi corazón (¿corazón?) se asoma al sol.
Tu mejor manera, el mundo que yo nunca he sido te recoge y yo guardo sin que nadie sepa una noche separada de tus días para que tengas un recuerdo olvidado que te nombre más allá de tu vida.

Ésta fue la primera carta que te escribí. Mamita de azul.
Ahora, casi treinta años o más después, una distancia para siempre después no sé qué decir de que todavía no sé qué decir de haberte no sé qué decir mañana.


JORGE LEMOINE Y BOSSHARDT





Texto agregado el 07-12-2009, y leído por 116 visitantes. (0 votos)


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