El sol luce trás de tí.
Todo tiene un color dorado, menos tus manos que parecen ocultarse de una manera extraña y sutíl a la realidad del día que te rodea.
A la hora de abrir las mismas descubres un brillo que emana justamente desde el centro de cada una de éstas.
Un brillo que ilumina tus pupilas y te hace abrirte a la verdad.
Rompes a llorar cuando vuelves a recordar con amargura el daño que te hizo tu último amor.
Ahora sonríes con alivio al ver el verde aurora de tu actual relación.
Comienzas a caminar con la mirada puesta en la esperanza, en ese brillo que emites desde tu intrínseco interior.
Amor te acompaña por la campiña con gracia.
Amor hace que una de esas manos que tanto esconde se agarre con fuerza al extremo de tu pareja.
Y ahí se relaja, ahí se mantiene tranquila mientras que el calor del amor la sujete.
Miras a Pepe y le preguntas: " ¿ Pepe me amas ?".
Y Pepe mirándote con ojos de miel comienza a comerte a besos.
En un susurro te comenta: "Claro mi amor. Tumbate y hagamos ahora el amor."
María se tumba con deseo esperando con plena confianza que su compañero le de su amor, su calor, su inestimada pasión.
La luz del sol se hace ahora más fuerte, cómo si quisiera acompañar a ambos en esa placentera reunión.
Trás unos instantes de miradas penetrantes, comienzan con decisión ese momento tan exquisito que conlleva a la gracia de hacer el amor.
Juntos se embarcan en un tumulto de revolcones, de besos, de emociones que los embargan hasta la saciedad.
María crece en la confianza de ser amada, en la confianza de tener a alguien a su lado que la quiera de verdad.
Consumado el acto sexual, Pepe se levanta y ofreciendo su mano, tira de María hacía arriba.
Ambos se visten y decididos vuelven sobre sus pasos hacía su hogar.
Felices y completos miran hacía el horizonte, hacía ese futuro cercano que abre sus brazos para estrechar con énfasis su relación.

Escrito por Carlos Them

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