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NOVELA DE INTRIGA Y SEXO ®México, 2009.
Los hechos son reales y las cosas que se cuentan aquí también. Se omitió el nombre verdadero del Morongas porque ni él se lo sabe. Así le dicen desde chiquito.
I
—Si, si, si; ya sé que es “muy importante para ti” la publicación de tu obra… que sabes “lo difícil que es entrar en nuestra editorial” y que “la proyección que ofrecemos para tu trabajo será vital”, y bla, bla, bla… pero mira cabrón; te voy a decir dos cosas… la primera: esto no es Miss Universo, cabrón, no vengas aquí con discursitos pendejos sobre tu papel como escritor y la chingada; aquí llega con feria: de a cómo no papá. Lana, mony, pachocha, luz, morlacos, varos, tostones, centavos, peniques, eséctera- eséctera, ¿capichi?... Y la segunda cosa ya se me olvidó… ¡Ah, si!... con cuatrocientos mil para empezar lo convertimos en “bét-seler”; y ya pícale tú, Morongas, porque ando hasta la chingada de compromisos. Nos vemos luego, Rufino.
Adela se quedó pasmada al escuchar al tipo gordo de la corbata fea y los lentes oscuros.
—Yo pensaba que los editores eran, aunque fuera un poquito… cultos.
—Este señor no es editor ni nada. Es el representante legal de la editorial.
—Pues es un mamarracho.
—Estoy empezando a dudar.
— ¿De qué?
— Del libro. No quiero publicar con esta gente.
—Pero si tú me dijiste hasta el cansancio que esa es la editorial que está detrás de los grandes escritores y de los grandes tirajes…
—Sólo te dije que me gustaría publicar ahí; pero no así… me gustaría que fuera de otro modo…
—Ya, chiquito. El hecho de que tú seas un artista modesto no significa que no lo merezcas; y si yo te lo puedo ofrecer, qué mejor ¿no crees?
—Adela; me da pena contigo. Cuatrocientos mil es un dineral. Además, apenas si me conoces, no llevamos ni tres meses de novios.
—No seas así; déjame ayudarte… no lo veas como un regalo; míralo como un préstamo ¿está bien?; cuando seas Don Rufino Pérez Peraza, me lo pagas y asunto arreglado. Al fin que ya dijo el mamarracho que, sin duda será un best seller.
—Bueno, bueno, ya; haz la cita con el mamarracho el día que tú quieras.

II
—Pinche Tarolas, te pasaste de virote…
— ¿Qué, no se la creyó?
—Por poquito… Se nota que no tienes el más mínimo tacto. Te pasas de lépero.
—Lépero lépero, pero en los chingadazos soy tu mero papá.

III
— ¿Este es el número de cuenta, mi amor?
—S-si.
— ¿Por qué estás tan nervioso, chiquito?
—No… es que estoy emocionado…
—No es para menos. Es un evento muy importante en tu vida.
—Oye, qué pena por la falta de seriedad de esta gente; mira que subirse a setecientos mil…
—No te preocupes; tú vales eso y más.

IV
—Firme usted aquí Señor Rufino.
— ¿Aquí?
—Y aquí; y aquí, y aquí y en esta y en esta y en esta…
—El libro de poemas, es todo un hecho; sólo falta que nos envíe el manuscrito, o si gusta, lo trabajamos en la mesa, con el consejo editorial completo…
—Yo se los envío. Confío en ustedes.
— ¡Felicidades, mi amor!
—Gracias, mi reina.
—Aquí el Licenciado Morongas les entregará la copia del registro de derechos de la propiedat inteletual… Amigo Rufino, el égsito está muy cercas.

V
—Oye, chiquito. ¿Qué no ese tal “Morongas” andaba de chofer el otro día?
—Quién sabe; este… pero, no te apures, este, puede haber varios Morongas.
— ¿Cómo que: “Licenciado Morongas”?…

VI
“Dedico este libro de poesías a mi rorra querida; mi reina, mi compañera y me cenas: Adela”

VII
Amor que
Se vuelve no se qué
¿Qué serás?
¿Por qué no volverás?

Me olvidarás
Y te amaré
Y no me recordarás
Y luego te arrepentirás
Adiós mi amor
Gus bai
VIII
—No he leído mucho, pero; es decir, no te vayas a ofender, pero… Este poema parece canción de Juan Gabriel.
— ¿Lo ves? A nadie le gustan mis poesías.
—Tus poemas… son…
—Esperemos a ver qué pasa con la promoción de las otras poesías.
—Poemas… Oye, ¿Estás seguro que con cien ejemplares es suficiente?
—Ah, es que… esos son para los dueños de las librerías…luego es el tiraje, ya bien como debe ser.

IX
—Así es, señora Adela. Rufino tiene que ir a Barcelona a hacer publicidat.
— ¿Así, tan de repente?
—Así, señores… los libreros no pueden esperar más, ya colocamos doce mil copias.
—Tengo que ir Adela, este es mi sueño y lo sabes.
—Vamos, Rufino; despídete de la señora. Italia nos espera.

X
—Pendejo, Barcelona no está en Italia.
—No hay pedo; la viejita ya ni ha de escuchar bien.
—Sabe que me da.
— ¿De qué?
—Siento medio gacho.
—No me digas que ya la estás queriendo. Te tocan trescientos. Ahí verás tú si los quieres o los catafitsias por la ruca.

XI
— ¿Por qué lo trincaron compita?
—Por manchado. Le bajé la feria a una ñora.
—Uh, ps, qué poca madre. ¿De perdis un quinientón?…
—Nel. Setecientos mil varos, dizque para publicar un libro…
— ¡Setecientos varos!... ¡Vade retro Satanás! ¡Dios nos guarde de los escribanos!... ¿y qué, se fletó usté solapas?
—Nel. Los otros dos güeyes se clavaron la feria y me echaron de cabeza.
—…
—…
—Si yo fuera escribano como usté, escribiría un libro chingón contando la aventura que pasó. Como en el libro de las poquianchis.
— ¿Estaría bueno verdad? Una novela.
—Sí, una variada; de intriga y sexo
— ¿Si verdad? Qué buena idea. Hasta me gustaría que se llamara así… Podría ser una novela de doce capítulos, como los meses del año que me voy a pasar aquí por abuso de confianza y fraude.
—Pero hágala cortita para leerla, porque a mí los libros panzones me dan flojera…
—Una novela cortita, de intriga y sexo… ey.

XII
“Se me olvidaba decir que la noche que Adela depositó el dinero hicimos el amor” (ahí está: ya tiene sexo). ¡Va a ser un jitazo, me cae!

Texto agregado el 07-12-2009, y leído por 229 visitantes. (0 votos)


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