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Subió la barranca haciendo mucha fuerza para pedalear, porque había llovido y la calle de tierra se había transformado en un pantano. El olor de las zanjas no le causaba repulsión. Estaba acostumbrado. También se había acostumbrado a los mosquitos.
(¡Amigo, un pesito pa’ la birra!) y luego
(¡Gato!) y después
No, basta. Después nada. Ése era su hermano, no él.
Mientras subía la barranca (la bicicleta amenazaba con desarmarse) pensó que quizás ya estaba empezando a equivocarse.
¿Cuánto tiempo faltaba para que siguiera los pasos de su hermano mayor?, ¿Cuánto tiempo más lucharía contra la inevitabilidad de los hechos, de las decisiones, de las marcas profundas que la vida se había tomado la molestia de hacerle?
No pensaba en eso. Pensaba historias. Le gustaba escribir. Le gustaba mucho. Y también leer.
Era bueno con los cuentos de terror. Conocía la cara del miedo y de la súbita desesperación. Sabía cuando era tiempo de huir y de esconderse. Gracias a su hermano.
(¡E’ las zapatillas amigo!)
Subió la barranca y entonces agarró hacia la calle asfaltada. Marchaba viendo a un lado y al otro los luminosos escaparates que ofrecían las promociones que compraba su madre.
(Esta calle está bastante bien para un cuento, uno de vampiros. Esta es una calle larga y mal iluminada)
Sonrió imaginando los primeros párrafos escritos con lápiz. Quizás podría hacer un cuento largo.
Estando en eso notó algo que siempre advertía, y no pudo sino bajar la mirada al paquete que le habían encargado llevar.
(¿Por qué me miran?)
(Por mi hermano… creen que soy igual que él)
No podía ignorar los ojos que de soslayo lo examinaban como si fuese la mancha de un lienzo. Mientras pasaba, la gente apuraba el paso o fingía que miraba alguna vidriera. Había señoras hablando en voz baja.
Él avanzó pensando que quizás eso podría servirle para su historia de terror. Esas caras que lo inspeccionaban, esos rostros blancos y temerosos, llenos de inseguridad. Gente que sabía que estaba en tierras donde la noche tiene dientes y puede morderte en cualquier momento.
(Y entonces yo… debo ser como el vampiro)
(No, yo no)
(¡E’ amigo!, ¡tu sangre, amigo!)
Supo que era un vampiro apócrifo, porque el verdadero era su hermano. Su hermano sería el personaje principal del cuento.
(Y quizás alguien quiera escuchar mi historia)
Y siguió pedaleando, llevando el paquete e imaginando el resto de la historia.

Texto agregado el 03-12-2009, y leído por 116 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
03-12-2009 me encanto, besote ALMAGUERRERA1
 
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