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No recordaba muy bien su sueño, pero, tenía aquella extraña sensación que sólo le dejaban al despertar los sueños lindos. Eran ya las cinco de la tarde, había sido una siesta imprevista provocada quizás por el cansancio que llevaba encima o por la necesidad de desconectarse por un momento de la normalidad, sí, de la monotonía de sus días normales, los que él mismo había amoldado a la extraña indiferencia que le provocaba un mundo donde no estaba solo. El cielo gris y la brisa que golpeó sus brazos desnudos le recordaron que el verano se había acabado hace ya algún tiempo, sabía ahora que ya solo quedaban tardes silenciosas y tristes, pero que más daba, si habían sido así casi todas las tardes que recordaba.

La ventana estaba abierta pero no se atrevía a cerrarla, sería como cerrar la única conexión que quedaba entre su mundo de recuerdos y lo demás existente. Es que no se puede ser tan indiferente, pensó. Había que dejar morir al tiempo, pero el tiempo ya venia muerto hace mucho, no sabía exactamente hace cuanto, pero, en fin, qué importaba, ya qué podía importarle, a no ser aquellos labios, los que una vez pudo llegar a besar, los que debían estar ahí afuera, por alguna parte, sin los cuales jamás hubiera existido tarde soleada en su vida.

Si se pudiera pensar en nada. Qué extraña condena esta de siempre estar pensando. Pero, si aquí estuvo ella, pero si en este mismo lugar la tuve tantas veces, pero si aún tengo enredado entre mis dedos uno de sus cabellos. Acaso era difícil volver a ser él mismo, volver a imaginar, eso imaginar, acaso no había sido él el encargado de amoldar aquellos labios para que supieran besarlo bien, o él no había hecho de aquellos ojos los más bellos y de aquella niña, acaso no era él quién la había hecho mujer, claro que si, y las tardes juntos, las caminatas frente al mar, los días soleados de invierno y la lluvia de verano, todo, incluso este otoño que se venía con el recuerdo de aquellos días, los últimos tan tranquilos y tan felices, los que él hizo con modelo único de su imaginación y la justificación de ser la primera en su vida.

La segunda vez la brisa fue más fuerte, se levanto y cerró la ventana. Todo parecía regresar lentamente a la realidad, lo que parecía una eternidad estaba cerca al fin, tenía sed, frío, un nudo en la garganta y las ganas de volver al calor imaginario que le había dado aquel sueño y a la tranquilidad de estar durmiendo, o mejor dicho, viviendo un mundo diferente, en el que por supuesto no sabía, que no sólo él pudo haber creado todo.

Texto agregado el 14-06-2004, y leído por 138 visitantes. (0 votos)


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