En silencio, sin saberlo, te miro,
y te cuento cosas,
me dueles porque no estas,
porque seguramente duermes,
sin saber que te invento.
Tu cuerpo está de lado dormido,
sin mi, sin mis manos en tu pelo.
Dime dónde debo recostar mi cabeza,
en qué lugar lejos de tu cuerpo
se supone debo escribir estas letras.
Mi llanto está mudo, lejos de ti, de tu piel.
Poco a poco vas muriendo, ¡ojalá sea cierto!,
conforme se acerca la mañana,
y yo, sin quererlo,
solo por no condenarte a mi muerte,
te escribo.
Tu cuerpo está de lado dormido
en otros brazos que no son los míos,
construyendo con los ojos cerrados,
con esa dulzura con que respiras,
bajo está noche fría, la tumba de mi olvido.
¿A quién le cuentas que estas triste?
¿qué cosas puedes hacer si no estoy yo contigo?.
Estas letras son más que la intención
de ser la almohada bajo tu cabeza,
merezco ser yo quien te diga esto,
quien mire tu cuerpo dormir:
tus brazos largos, tu piel de mármol,
esa ausencia que siente tu espalda fría
sin mis manos.
Pudo ser simplemente
una de esas sábanas que duermen contigo,
una de esas aves que cantan en silencio,
le escribo a tu cuerpo dormido,
a esa falta, que tienen tus labios, de mis besos,
¿quién le va a contar a tus ojos cerrados?,
que pudo ser un milagro,
una de esas cosas que se inventan cada mil años,
basta con tu cuerpo dormido,
con tu ausencia de mil horas.
Aquí se queda este anhelo,
esta mano que sigue, sin saber por que,
cómo el barro entre los dedos,
dibujando tu recuerdo.
A estos ojos no se les olvida tu cuello
ese lunar que solo conocías con mis besos.
Te has quedado, para siempre,
cómo si estas paredes nunca te hubieran dejado ir,
cómo si aquella noche que,
(tú no lo sabias)
lloraba en tu vientre, se hubiera detenido,
cómo si al fin de todo,
más allá de esta historia,
tu cuerpo fuera solo un suspiro.
|