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Una canción, la que quieran, y…

Aquí estoy, como siempre, como todos los días. No se me dan bien las palabras, aunque a mi edad quizás las palabras ya no son lo importante. Los recuerdos sí lo son, pero esos no se escriben, se diluyen, fluyen como en un río largo y transparente y en él las imágenes son rostros en el agua.

82 años y contando. Maravilla de la naturaleza y gloria de lo infinito, la sabiduría de quien ha vivido. Y no me considero un hombre ilustrado, hay muchas cosas que todavía ignoro, hay cosas que sólo mis hijos sabrán, y hay cosas que recién los hijos de mis hijos descubrirán. Hay maravillas que se esconden arriba del arcoíris, allá donde los colores son uno solo, y al mismo tiempo son todos.

Me gusta creer en esas maravillas. A veces miro hacia el cielo. Sólo a veces, cuando me permito soñar. Soñar es un lujo de unos pocos, un premio que debe ser ganado a lo largo de la vida, con trabajo, con esfuerzo y con una sonrisa rosa en el rostro. El sol ilumina a esa clase de personas, las personas que se dan las manos y que sus ojos no ocultan más que un brillo cálido de vida.

Yo, al menos, creo que he conseguido el honor de soñar. ¿Qué habrá más allá de lo que baña el sol?, ¿un lugar en dónde los problemas se escapen como lágrimas?, ¿un cielo donde sólo vuelen aves azules?, puede ser, me inquieta, la idea da vueltas en mi mente, no me deja dormir. A mi edad, muchas cosas no te dejan dormir. A veces son los mismos sueños, pero casi nunca son pesadillas. Ya he pasado por ellas. Ya las he visto a los ojos y, ¿qué?, les he dicho que no me dan miedo. La mayoría de las veces desaparecen. Las pesadillas no son fuertes. A mi edad, he descubierto eso.
La experiencia me ha enseñado. Me ha mostrado. Me ha moldeado. A mi edad, puedo decir que he vivido, y eso es algo grande, algo que sólo unos pocos pueden decir. Vivir no es cosa fácil, no es sólo despertarse día tras día, abrir los ojos. No.

¡Claro que no!, ¡no seas terco, que crees que vives sólo porque sufres de amor! Vivir es un trabajo de tiempo completo, y hay algunos que no pueden con ello. Muchas veces creí que no podría llegar al final del claro, muchas veces me sentí como un niño en medio de un huracán. A mi edad, puedo verlo y puedo alzar la cabeza. A mi edad se está por encima del huracán, porque se ha ganado. Y, escúchame tú, esa es una buena melodía.

He visto las cosas que no toca el huracán de la desesperación y que es también parte de la vida. Vi los árboles y los cielos y los mil caminos que indefectiblemente llevan todos al mismo lugar. Senderos de tierra, de asfalto, de adoquines; bañados por la sombra y por el sol, bordeados por árboles y por ortigas secas y pinchudas; más, edificios altos, casas pequeñas, apenas maderas apiladas. Cosas que rodean el camino. ¡Qué bellos recuerdos!, la montaña y el mar poco se comparan a la bastedad de los recuerdos de quien ha vivido. ¡Maravillas!, sólo la sonrisa pura de un amigo es tan poderosa como el sol. Me alegra poder escribir estas líneas, en ellas hay magia.

¡Magia!, ¡maravillas!, ¿qué hay en el mundo sin ellas?, ¿crees, con los ojos cerrados, en las nubes y en el aire?, ¿crees en la esperanza?, haces bien, pero no lo haces completo. El bien no es completo. Tienes que trabajar duro por lo que crees y para conseguir lo que deseas tienes que subir escaleras llenas de enredaderas, ¡que no se te queden los zapatos por el camino!, es fácil caer. Muy fácil. Pero una vez que metes las manos entre las enredaderas, ponerte de pie es cosa de bravo.

Cosa de valiente. A mi edad, he sabido ponerme de pie unas cuantas veces, ¿lo sabrás hacer tú?, ¿crees que creyendo podrás levantar una montaña?, haces bien en creer, pero harás mejor en creer y en actuar.

A mi edad es hermoso poder decir que he actuado, he hecho mi rol. Es una luz muy dorada y muy hermosa la de una tarea cumplida. Acaso no hay viento más reconfortante que ese, como acaso no hay una luna más plateada que la del primer amor.
¡Amor!, tengo la licencia para hablar de eso. Oí las palabras más bellas y vi las acciones más crueles. Vi almas en ruinas. Vi sonrisas tan radiantes que eclipsarían a todos los soles juntos. Vi ojos de esmeralda. Hay miradas que te quedan grabadas a fuego en el alma y quizás sean esas cosas las que nos llevamos para el otro lado, si es que hay otro lado. No lo sé, sinceramente, no es algo que me desvele. Aquí ya he trabajado, nieto mío, y te digo que entre todas las cosas azules del mundo, ninguna es más bella que un primer beso de amor.

¡Ah!, ¡cielo!, ¡es tocar todo y nada!, ¡es no saber nada y ser feliz por eso!, ¡es renacer!, ¡ah!, es como si algo adentro naciera y todo fuera de papel.
Hay momentos mágicos en la vida, y de ninguna manera creo que ya los he visto a todos. Uno nunca llega a verlos a todos, porque los sueños renacen como el ave Fénix, y mientras haya sueños, hay vida. Todavía tengo sueños. Aún escribo con la mano firme. Veo más allá porque mis horizontes se han ampliado. Es una cosa hermosa. La vida, digo. Es algo que parece salir de todos lados y traer siempre cosas nuevas.

La vida. ¡Qué suspiro!, ¡que ave!, la dueña de todas las cosas y la desposeída de la verdadera iluminación. Nieto mío, verás que hay cosas más grandes de lo que crees y senderos que llevan más lejos de lo que jamás soñaste. ¡Cosa de adoración!, los caminos parece que no tienen final.
Y quizás no lo tengan.

Suspiro.

Acaso ya no me queda mucho papel en la vida para continuar hablando, no lo sé. ¿Miedo?, claro, todos tenemos miedo del claro al que nos dirigimos, por más dorado que parezca ser. Todos tenemos miedo de las equivocaciones, ¿por qué no?, ¿es de valiente no temer?, no, ahí es donde estas equivocado pero, ¡ah!, es que te falta tanto por ver, tantas cosas por vivir, tantos aires que respirar. La vida se gira de un lado hacia el otro y a mi edad es divertido ver como a veces las cosas vuelven, como tiradas desde el cielo en un carrusel que no se detiene. A veces es divertido. A veces inquieta, porque los mismos miedos de un pasado pisado regresan con más furia que antes. Pero he visto que se sabe enfrentarlas. La experiencia es sabia.

¡Cuántas rosas he visto!, un campo completo de ellas. ¡Calles de ciudades!, ¡ríos!, ¡edificios!, ¡árboles!, ¡abrazos!, la vida está llena de esas pequeñas maravillas. ¡Que las lágrimas no te eclipsen la luz, nieto mío!, qué bello que es llegar a mi edad y ver todo desde otra perspectiva. No todos pueden. Me siento honrado. Me siento un ganador. Ver es saber, pero sentir es vivir.
No te prometo un final feliz, nieto, porque a mí tampoco me lo han prometido. No puedo sino dejarme llevar, y es lo que tú también tienes que hacer. ¿Crees en el destino?, bien por ti. ¿Crees en los finales felices?, mejor todavía. Al árbol todavía le quedan hojas; del mismo modo, mi historia no está terminada. Claro que no.

82 años y contando. Todavía quedan muchos ríos por remar, algunos más profundos que otros, pero el cielo se aclara todas las mañanas, del mismo modo mi espíritu de abuelo crece en blancura con cada día. Vivir es hermoso, nieto, lo que te rodea es hermoso, aunque a veces parezca negro y sucio.
Y ahora me retiro, me quedo en silencio. Al mismo tiempo hablo. ¿Puedes oírme?, ¿puedes, al menos, escucharme suspirar?, claro, mi suspiro está en el viento y en los árboles porque he comprendido la magia de la vida y de la esperanza. Nieto mío, lo que sigue es tuyo pero yo todavía no me he decidido a marcharme. Claro que no. Quedan todavía historias que contar y quiero contarlas porque…

Una canción, la que quieran, y…

Hay cosas que vuelven a empezar

Texto agregado el 01-12-2009, y leído por 112 visitantes. (0 votos)


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