Tengo las albóndigas al fuego y fuera parece llover.Se llena mi casa de calma de tarde y aroma de puchero,esperando que vuelvas llenita de ganas por verme de nuevo.
El silencio se abre de par en par sobre cada rincón del comedor,nadie parece molesto a gritarse,nada de ajetreos en las cocinas vecinas,ni siquiera un ruido de mosca pendiente de un hilo;es un vacío sentencioso que mastica el tiempo con lentitud envolvente.
Me gusta mirar a esa calle que vive los primeros compases del frío,mientras mi refugio de palabras y recetas piden a gritos un café con leche con dos cucharadas de azúcar moreno.
Ese guiso pide más calor...y yo le concedo un deseo.Se mueven dentro de la olla como bailando la danza del vientre,entre champiñones de mercadona y zanahorias de tu huerto.
El jardín de las delicias no es un tríptico de alegorías esta tarde,es un planeta de ritmos al compas de un fuego al nivel 4...por que no hay que darse prisa,ni correr riesgos innecesarios.En tu boca necesito que sientas ese tiempo al ralentí fundiendose en suspiros de gozo.
Quedan apenas unas horas insignificantes para que cruces esa puerta,y puedo imaginar tu sonrisa de recién llegada al hogar después de comerse muchas horas en el tajo,y encima tienes que volver de nuevo;Sin embargo,otra vez he vuelto a sorprenderte de cocinillas,cocina que te cocina,con los fuegos de inducción al trapo.