Rutina Planetaria
Y finalmente llegó ese momento: los planetas se cansaron de girar frente al Sol. Ya no sería más el centro del sistema, si todos ellos se detuvieran, y obviando las diferencias de luminosidad y tamaño, el Sol ya no sería el centro del sistema, de hecho ya no sería un sistema solar, tan sólo podrían llamarle un sistema planetario que contiene un sol. Pasaría de ser el centro, a ser el que sobra.
Júpiter fue escogido para hablar en representación del resto. Le explicó al Sol que estaban todos ellos de acuerdo en dejar de girar. Hacía tantos miles de millones de años que llevaban haciendo lo mismo, que ya no recordaban por qué lo hacían, y dudaban de que fuese necesario seguir con esa cansadora rutina.
La memoria del Sol alcanzaba hasta tiempos cercanos a la explosión, sin embargo, él tampoco recordaba aquellas razones. No sabía qué debía responder a los planetas. ¿Y qué tal si no existía realmente una razón para que ellos debieran vivir girando eternamente a su alrededor? Le parecía increíble, pero era la primera vez que se lo preguntaba. Tanto tiempo haciendo lo mismo, viéndolos girar sin preocuparse si ellos eran realmente felices en su cotidiana tarea, y recién ahora pensaba en ellos, en su bienestar y en la real necesidad de esos monótonos giros.
Ellos no le estaban pidiendo su autorización para detener sus órbitas, tan sólo le estaban informando. El Sol no deseaba seguir obligando a los planetas a hacer algo que ellos no deseaban, pero tampoco deseaba perder su posición de poder en el sistema. Les dio muchas razones para que desistieran de su posición, les explicó que aquellos que habían engendrado vida la perderían, pero no les importó. Les adelantó que luego otros planetas, en otros sistemas, desearían hacer lo mismo, y el universo completo podría cambiar, lo que les pareció aún más meritorio.
Finalmente, ya sin más ideas con las que argumentar, el Sol simplemente les preguntó: Y cuando dejen de girar, ¿qué es lo que van a hacer?
Los planetas se quedaron en silencio. Cada uno intentaba pensar en qué usaría su tiempo, pero no sabían ni deseaban hacer nada más. Estaban demasiado acostumbrados a lo que siempre habían hecho, no conocían otras cosas y tampoco deseaban hacerlo, considerando el esfuerzo que requiere un cambio de tal magnitud.
Esa conversación fue rápidamente olvidada. A los pocos milenios ya nadie hablaba de ella ni quería recordarla.
Jota |